La economía griega lleva seis años en caída libre: desde 2009, el Producto Interior Bruto del país se ha contraído un 25% en lo que constituye una de las mayores depresiones de la historia de Occidente. La culpa de este desplome es indudablemente de la casta corrupta de Pasok y Nueva Democracia (y de cuantos ciudadanos les brindaron durante décadas su apoyo): ambos contribuyeron a construir una oligarquía extractiva que mediante regulaciones e impuestos ahogaba la creación de riqueza pero que, mediante emisión de deuda impagable, elevadas inflaciones y depreciaciones de la divisa, se especializaba en parasitar la riqueza generada por los ahorradores extranjeros.
La llegada de Syriza al poder en las pasadas elecciones de enero resulta inexplicable sin el despliegue por parte de Pasok y Nueva Democracia de ese Estado extractivo y pauperizador. Sin la casta no habría llegado la neocasta. Sin embargo, resulta engañoso imputar a la “herencia recibida” los horrores que ha padecido la economía helena durante estos últimos seis meses. Que Pasok y Nueva Democracia hubiesen cavado muy hondo no significaba que Syriza no pudiese profundizar todavía más en la miseria.
Y así ha sido. Este pasado lunes conocimos el dato del PMI manufacturero de Grecia correspondiente al mes de julio. Recordemos que el PMI es un indicador sintético que recoge la opinión de los gestores de empresas acerca de la evolución de la actividad en su sector: cuando el PMI se ubica por encima de 50, la mayoría de gestores están expresando percepciones positivas sobre la economía; por debajo de 50, indica que la mayoría de gestores están detectando una contracción en su actividad. En este sentido, un PMI de 60 es un dato extraordinariamente positivo que pocas veces suele darse; y un PMI de 40, un dato extraordinariamente malo que tampoco resulta demasiado habitual.
Syriza consiguió batir todos los registros y hundió el PMI de julio hasta 30. Un PMI de 30 significa que la economía se ha paralizado por entero: que la mayoría de fábricas han dejado de producir y que se ha entrado en una recesión de caballo. Observando la correlación histórica entre el PMI y el PIB, podemos hallarnos ante una caída del Producto Interior Bruto de entre el 10% y el 15%. La mitad del destrozo que Pasok y Nueva Democracia tardaron seis años en infligirle a Grecia, lo ha logrado repetir Syriza en apenas seis meses. Sí, sí se puede.
Huelga señalar que la razón de semejante descalabro es el corralito que el Gobierno de Syriza decretó a finales de junio para obtener un mayor poder negociador frente a la Troika: Varoufakis había diseñado una estrategia suicida (el llamado “juego del gallina”: pierde el primer coche que se desvíe ante el riesgo de una colisión frontal) que implicaba romper relaciones con la Troika, declarar un corralito, establecer un sistema de moneda paralela y amagar con salir del euro hasta que los acreedores cedieran en todas sus condiciones.
Pero los acreedores no cedieron: lejos de arrugarse ante el órdago de ruptura del euro, optaron por presionar a Syriza para que abandonaran el euro cuando antes, y fue ahí cuando el farol de Tsipras se vino abajo (destitución de Varoufakis y bajada histórica de pantalones ante las exigencias de la Troika). Al final, pues, lo que sucedió fue simplemente que el ex ministro de Finanzas griego secuestró a su pueblo para experimentar arrogantemente con sus inquietudes académicas, y semejante bravuconada ha terminado costándoles a los griegos: a) un rescate mucho más duro del inicialmente planteado, b) la bancarrota de su sistema financiero, c) el colapso de su economía productiva.
Syriza ha fracasado en el fondo y en las formas, en el corto y en el largo plazo. Pero las gravosísimas consecuencias de sus errores no las sufrirán ellos, sino los ciudadanos griegos, muchos de los cuales ni siquiera contribuyeron a auparlos al poder. Lo mismo sucedió con el desastre de Pasok y Nueva Democracia. Es la perversa lógica del estatismo: socializar las pérdidas que generan los burócratas omnipotentes. En esto, tampoco la casta y la neocasta se diferencian lo más mínimo. Como en España.