Llevo bastantes años observando los indicadores económicos, y me da la impresión de que esta vez ya hemos tocado fondo en la actual crisis. La Economía española se me asemeja a un submarino que ha tenido problemas técnicos y que cae desde la superficie hasta el suelo del océano, al principio muy rápidamente y luego por la densidad del agua va cayendo más lentamente, hasta golpear con el suelo arenoso del océano, a mil metros de profundidad. El golpe no es brusco, y da algunos pequeños trompicones en los que hay ligeras alzas y bajas hasta que definitivamente se deposita en el lecho marino.
Esta alegoría representa lo que está pasando en la Economía española. Hay un aumento del 0,1% en el PIB en un trimestre, baja el IPC un 0,1%, hay un descenso de 20.000 parados en la EPA de septiembre, sube el paro registrado en 86.000 parados en el INEM en el mes de octubre. Ya no hay grandes movimientos; hemos tocado fondo, pero nos hemos quedado en el fondo, con seis millones de parados, con una deuda pública que va a superar el 100% sobre el PIB, con un déficit que difícilmente bajará del 6%, añadiendo cada año otros 70.000 millones más a la deuda pública estatal, con empresas de bandera que ya no pueden más y caen (Pescanova, Panrico, Fagor, por sólo citar las últimas conocidas), con un cierre patronal como no se había conocido antes (400.000 empresas cerradas en el año 2012), y con una moral colectiva por los suelos (sólo los señores Botín, Montoro y De Guindos están exultantes).
Y hete ahí que el capitán del submarino manda subir el periscopio y se pone a decir que ve brotes verdes, sin darse cuenta que está a mil metros de profundidad, y que lo que está viendo son algas. No nos engañemos, nos podemos contar historias y creernos que el pulpo que se ve por el periscopio es un animal de compañía, pero no lo es. El pulpo vive en el agua marina y nosotros tenemos que vivir en tierra y ver el sol, y para ver el sol, un submarino no tiene otra que soltar lastre, y ese lastre se llama tres millones de funcionarios, miles de empresas públicas, cientos de fundaciones políticas, miles de asesores injustificados, televisiones autonómicas que sólo sirven de instrumento de marketing a los políticos de la zona, diputaciones, mancomunidades, miles de ayuntamientos con menos de mil habitantes, ciento veinticuatro embajadas autonómicas que nadie sabe para qué sirven, etc.
Y mientras no haya voluntad política para atacar el verdadero problema, el submarino seguirá varado en el fondo, y no caerá más, de acuerdo, pero no será capaz de subir a la superficie. Y resulta que el mecanismo de gestión de la salida del lastre se ha enmohecido, léase crédito bancario a familias y empresas, y en vez de engrasarlo, el capitán del submarino decide que hay que echar polvos de talco en los conductos, léase obligar a los bancos a comprar Deuda Pública, y el resultado es que ni sale lastre ni se espera que salga, mientras el capitán se retira a su camarote a fumarse un puro, consciente de que ha hecho todo lo posible (léase, todo lo que él sabe hacer) por salir de la situación en la que se encuentra.
Mientras tanto, muchos marineros, léase familias y empresas, se ahogan en un ambiente viciado (el capitán tiene aire acondicionado en su camarote, y está allí con su tripulación), y los más jóvenes se atreven a ponerse escafandras para salir a las procelosas aguas y buscar otro barco en el que al menos les contraten de grumetes, simplemente para poder comer. Algunos lo consiguen y otros no, y tienen que regresar a seguir sufriendo en el submarino.
La verdad, no sé si será posible reflotar el submarino. La losa de la deuda pública que crece geométricamente me parece insalvable. El que el 30% de la población (unos 13,5 millones de los 47 millones de habitantes que hay en España) trabaje en el sector privado para pagarse sus gastos y los del 70% restante (funcionarios, parados, jubilados y las familias de todos ellos), además de injusto me parece insostenible. Y el que un grupo minoritario de personas viva estupendamente con el aire acondicionado del capitán del submarino, me parece indecoroso.
Algunos amigos que están leyendo los artículos que publico en este blog me están tildando de alarmista y radical, porque han creído en el mensaje del Gobierno de que “se ha acabado la recesión” y que “vamos para arriba”. Pero, como decía el grupo Jarcha en la época de la Transición, “…yo sólo he visto gente que vive y calla dolor y miedo, gente que sólo pide vivir su vida sin más mentira y en paz…”. Y a ellos me uno, y por ellos hablo, aunque tenga la fortuna de tener trabajo y poder llegar a fin de mes. Me gustaría que algunos de nuestros representantes políticos bajaran alguna vez de su pedestal y hablaran con la gente del pueblo que lo está pasando realmente mal, y les explicaran porqué son tan buenas las estadísticas del déficit comercial para las familias o por qué hay que gastar todo el dinero que el país puede pedir prestado en reflotar bancos innecesarios, en lugar de usarlo para que las pymes puedan salir adelante.