Duplica Almudena Negro a mis réplicas a su crítica previa. Esencialmente, mi réplica se basaba en tres argumentos:
1. No tiene sentido que Almudena me critique por una cuestión de definiciones, especialmente en torno a un concepto esencialmente controvertido como el de democracia. Las definiciones son definiciones y lo importante es acordar una para empezar a razonar y argumentar con ellas, pero aisladamente no sirven para demostrar que el interlocutor está equivocado o acertado.
2. Puestos a hablar sobre definiciones, considero que su definición (representatividad + separación de poderes) es una definición más reduccionista que la mía (sistema de agregación de voluntades individuales en una voluntad colectiva, tomando primacía la voluntad colectiva sobre las individuales). Y, con esta definición, es obvio que la democracia puede ser antiliberal y que han de primar las libertades a la democracia (esto es, la democracia debe subordinarse a las libertades).
3. Aun en el caso de que adoptemos su definición, la democracia es un sistema problemático para respetar las libertades personales y coordinar voluntariamente a las personas, ya que adolece de serios defectos estructurales (problemas de información, de incentivos, de agregabilidad de preferencias, y de sesgos de elección).
En su dúplica, Almudena encara estos tres argumentos del siguiente modo:
1. Sólo hay una definición de democracia que es la suya porque adoptar otras da lugar a que tengamos que calificar como democracias regímenes como la República Democrática Alemana.
2. Su definición de democracia es preferible por lo anterior, si bien no consiste en la suma de representatividad y separación de poderes, como resumí yo, sino de representación y separación de poderes.
3. El comportamiento humano no es determinista, como pretenden hacernos creer los economistas: por tanto todas esas críticas a los problemas de la democracia carecen de sentido.
Brevemente, aquí van mis réplicas:
1. Almudena adopta una definición normativa y consecuencialista de democracia: como la democracia ha de ser buena para un liberal, he de definir democracia de tal manera que la blinde frente a implicaciones antiliberales. Si una definición a priori sensata de democracia (sistema de agregación de voluntades individuales en una voluntad colectiva, tomando primacía la voluntad colectiva sobre las individuales) nos lleva a concluir que eran democracias la antiliberal República Democrática Alemana (aunque sería fácil argumentar desde mi definición que no, ya que es muy dudoso que la oligarquía socialista gobernara tratando de conocer las preferencias del pueblo, pero da igual) o la antiliberal democracia ateniense (aunque también sería fácil argumentar desde mi definición que no, en tanto en cuanto una parte de las preferencias individuales no se agregan en la voluntad colectiva. Nota bene: yo no califico la democracia ateniense como democracia directa), entonces tenemos que reformar nuestra definición para excluir tales escenarios liberticidas. Fijémonos en que aquí está la trampa: si una de mis críticas a la democracia es que puede terminar erosionando las libertades individuales y Almudena confecciona una definición de democracia que excluya todas aquellas democracias que socavan las libertades individuales… ¡entonces democracia y liberalismo son compatibles ex definitione! Bien, es una posibilidad: la otra, señalar que muchas democracias pueden ser antiliberales (recordemos que en el anterior artículo la propia Almudena tildaba la democracia deliberativa de “democracia totalitaria”) y que por tanto no cualquier democracia vale (especialmente para un liberal que valore más la libertad individual que la prevalencia de la voluntad colectiva).
Ante esto se me podrían dirigir dos tipos de críticas: 1.1 tu concepto de democracia (sistema de agregación de voluntades individuales en una voluntad colectiva, tomando primacía la voluntad colectiva sobre las individuales) no es compartido por nadie y por tanto no merece ni siquiera ser tomado en consideración; 1.2 no hemos de reflexionar sobre las democracias tal cual existen en el imaginario colectivo, sino observar tal cual se despliega en la realidad y ajustar nuestras definiciones al mundo real. Vayamos por partes:
1.1. Mi definición de democracia no sólo no es marginal, sino que es la que se ajusta al significado del término (gobierno del pueblo) y la que recoge un cierto consenso en filosofía política. Si nos vamos a la reputada Enciclopedia de Filosofía de Stanford nos encontramos con la siguiente definición de democracia: “La democracia se refiere generalmente a un método de decisión grupal caracterizado por una cierta igualdad entre sus participantes en algún momento de la toma de decisión colectiva. Cuatro aspectos de esta definición son relevantes. Primero, la democracia se refiere a la decisión colectiva, esto es, las decisiones se toman en grupo y son obligatorias para todos los miembros del grupo. Segundo, esta definición intenta abarcar múltiples grupos que pueda ser calificados de democráticos, como las familias, las organizaciones voluntarias, las empresas, los Estados o las organizaciones transnacionales. Tercero, esta definición no pretende poseer una carga normativa: es compatible con que la democracia no sea deseable en algún contexto. Cuarto, la igualdad de los miembros del grupo puede ser más o menos profunda: puede requerir de una igualdad formal de una-persona-un-voto en la elección de representantes a una asamblea donde hay competencia entre candidatos, o puede ser más robusta, incluyendo la igualdad en los procesos de deliberación y de creación de coaliciones. La “democracia” puede referirse a cualquiera de estas organizaciones políticas”.
La definición estándar de democracia es, por tanto, muchísimo más parecida a la mía que a la de Almudena, pues no requiere ni de representatividad ni de separación de poderes. Eso no significa, claro está, que mi definición sea auténtica y la de Almudena errónea: significa que no puede afirmarse tajantemente que democracia no hay más que una. Democracias —tomando una definición amplia y no prefabricada a priori— las hay muchísimas: otra cosa es que democracia que pueda recibir el apoyo de los liberales sólo haya una (cuestión distinta es cuál). Pero si llegáramos a esa conclusión, tendríamos que abrir el melón de estar dispuestos a criticar la democracia en muchos contextos. Anatema.
1.2. Otro posible argumento es que debemos definir democracia según se ajuste a la realidad y no modificarlo de acuerdo con las unicornianas elucubraciones mentales de algunos, jamás testeadas en el mundo real. Algo así como el cuadro de Goya “el sueño de la razón produce monstruos”. En parte, esto es lo que creo entender cuando Almudena me intenta incluir en el idealismo socialdemócrata por cuanto quiero ampliar el concepto de democracia con respecto a su restrictiva definición. Me reprocha Almudena: “Pretender la ampliación de un concepto claro, ajustado a la realidad y no imaginario o producto de una ilusión es propio de la moral socialdemócrata, esa misma que todo lo quiere someter a deliberación, porque… todo es relativo. Y sobre todo porque se trata de liquidar los principios que sustentan la civilización occidental entre otros, y precisamente, la democracia”. El argumento podría poseer cierto atractivo pragmático (“dejemos de pelear contra molinos y defendamos la democracia tal cual existe que tan buenos resultados nos ha dado”), si no fuera porque la propia Almudena se contradice inmediatamente después del punto. Lean: “Cuestión distinta es que la democracia haya devenido en Europa en demagogia”. ¿Cómo que “cuestión distinta”? Ahora resulta que en Europa ya no tenemos democracia sino otro régimen distinto, y que hemos de defender idealistamente un régimen que ha dejado de existir en Europa. ¿De dónde tomamos entonces la definición de democracia? ¿De lo que “ajuste a la realidad” demagógica de Europa o del “imaginario y producto de una ilusión” de quienes pretenden defender las esencias de una civilización occidental que ha dejado de ser tal según su propia definición? Sorber y soplar al mismo tiempo no es posible: o vivimos en democracia o no vivimos en democracia. En el primer caso, todos los fallos de las democracias europeas serán imputable a la democracia; en el segundo, no podrá apelarse al realismo para definir democracia.
2. Me reprocha Almudena que haya caracterizado su “única” definición posible de democracia como “representatividad y separación de poderes” en lugar de como “representación y separación de poderes”. Es verdad que no he usado los términos que Almudena empleó, pero fue un error inconsciente derivado de que, en efecto, no veo tal diferencia entre representatividad y representación. Almudena parece sugerir que representatividad es votar, y representación votar escogiendo a representantes que efectivamente su subordinen a tus preferencias. Por mi parte, lo entiendo más bien al revés: puedes tener una representación que no sea representativa (escoger un representante que deja de representar sustantivamente tus ideas y preferencias), por tanto el concepto mollar sería la representatividad y no la representación. Pero vamos, me parece una crítica completamente auxiliar ya que no afecta en absoluto a mi argumentación ulterior.
3. Por último, yo no he supuesto, como dice Almudena, que el comportamiento humano esté completamente determinado, pero me parece absurdo sugerir que está completamente indeterminado. No somos ni tablas rasas ni superhombres, y por tanto no es posible alterar la naturaleza humana de tal manera que creemos un hombre nuevo que supere todos los problemas estructurales de la democracia: a saber, el ser humano no es omnisciente (por tanto, tiene carestías irreductibles de información para votar sobre asuntos que salen de su esfera persona de decisión); el ser humano responde a incentivos (y la participación en democracia presenta unos muy malos incentivos, como prueba Downs) y el ser humano está sesgado (no sólo en democracia, pero especialmente en democracia). Pero, además de todo ello, existe un metaproblema en la democracia: ésta se basa en la superioridad de la voluntad colectiva sobre las voluntades individuales… pero Arrow que un mismo conjunto de preferencias individuales pueden traducirse en múltiples voluntades colectivas distintas tan sólo alterando la regla de agregación de esas preferencias (la regla electoral).Creo que todas ellas son críticas de bastante peso, generalmente aceptadas en la academia y que tienen una fortísima materialización en la vida práctica de las democracias (el populismo y la demagogia son formas políticas de explotar la ignorancia parcial de los votantes; el cabildeo, la baja participación o la participación desinformada dentro de organizaciones partidistas es una exteriorización de los problemas de incentivos apuntados por Downs; los sesgos cognitivos están muy presentes en cada proceso electoral, dando lugar a decisiones irracionales desde el punto de vista de cada elector; y la alteración de las reglas electorales con tal de inducir un resultado electoral u otro —el gerrymandering, por ejemplo— es una aplicación práctica de los problemas apuntados por Arrow). Como digo, todo ello son críticas teóricamente sólidas y empíricamente relevantes que no pueden despacharse por una defensora de la democracia tal como hace Almudena: “Fundarse en la paradoja del economista Arrow para desautorizar la democracia, que es un concepto político y no económico, viene a ser algo parecido a apoyarse en Hayek para desautorizar a Laffer. Supone un desconocimiento completo de la naturaleza humana, de los sistemas electorales y del desarrollo de la vida política occidental desde 1945. Porque no todo el mundo que vota a un partido o candidato lo hace por la misma razón, ni siempre. Reducir al individuo o sus comportamientos a un cálculo matemático es economicismo socialdemócrata puro y duro. El comportamiento humano es básicamente impredecible. No se puede caer, al igual que la tropa marxista, en el determinismo económico”.
Primero, si todos estos defectos estructurales de la democracia implican no entender la naturaleza humana, estaría bien que Almudena nos explicara cómo la naturaleza humana se sobrepone a todo ellos, no que se limite a descalificar sin demostrar nada al respecto. Segundo, explicar el comportamiento humano por incentivos (aunque no sólo por incentivos) no tiene nada de determinismo económico y mucho menos de determinismo económico marxista: ¿dónde estoy afirmando yo que el modo de producción determine la superestructura social? Mezclar el determinismo tecnológico marxista con mis críticas a la democracia me parece más bien un intento de confundir y no de clarificar (al igual que mezclar un presunto economicismo socialdemócrata con el determinismo marxista: ¿de qué hablamos?). Tercero, explicar el comportamiento humano por incentivos (aunque no sólo por incentivos) no significa predeterminar que siempre vaya a votar a los mismos y por los mismos motivos: justamente, los incentivos nos ayudan a entender por qué esto no es así. Cuarto, mis críticas a la democracia no guardan relación alguna con que todo el mundo tenga que votar siempre lo mismo y por el mismo motivo (no sé muy bien a qué viene esta analogía). Quinto, que Arrow sea economista no significa que no pueda opinar sobre política y que no pueda realizar aportaciones a la ciencia política, como desde luego es el Teorema de la Imposibilidad de Arrow (algo que los propios politólogos obviamente admiten). De hecho, es un fenómeno bastante habitual, hasta el punto de que —creo— Almudena ha escogido bastante mal su contraejemplo: “viene a ser algo parecido a apoyarse en Hayek para desautorizar a Laffer”. Supongo que Almudena está diciendo algo así como: “no podemos apoyarnos en un filósofo político como Hayek para desautorizar a un economista como Laffer”. Sólo hay un problema: Hayek era economista (premio Nobel en Economía), por mucho que realizara (como Arrow) aportaciones muy relevantes para la ciencia política.
En definitiva, de mis tres réplicas, Almudena no responde a dos y se enroca en una: no expone por qué sólo debemos aceptar una única definición de democracia; se enroca en que la única definición de democracia válida es la suya; y no expone cómo su democracia solventa todos los defectos que yo he apuntado (apenas se remite a una presunta incomprensión de la naturaleza humana por mi parte). Seguimos.