En otras ocasiones les he hablado sobre la polémica existente actualmente en los círculos académicos, sobre el papel de los robots en el mundo actual, y más concretamente, en el mercado laboral. La cada vez mayor participación de autómatas en todas y cada una de las fases productivas de un bien, amenaza con desplazar al ser humano de trabajos que hace unos años sería impensable.
El economista mexicano Guillermo Barba publica un interesante artículo a este respecto que me gustaría traer a estas páginas:
Hace unos días el portal de Techrepublic.com dio a conocer que una empresa china –The Changying Precision Technology Company, instaló una fábrica en la que más del 90 por ciento de los humanos han sido remplazados por robots.
La planta está ubicada en la ciudad de Dongguan, perteneciente a la provincia central china de Guangdong. Su automatización incluye líneas de producción con brazos robóticos que producen partes para teléfonos celulares, pero también camiones de transporte autónomos y otro tipo de equipo automatizado en sus almacenes. La nota reporta que aún hay gente trabajando en la planta pero haciendo sobre todo labores de supervisión y monitoreo. De los 650 trabajadores que había al inicio, solo quedan 60 pero podrían llegar a ser solo 20.
Los robots han producido casi el triple de piezas que antes hacían los trabajadores y la calidad mejoró: de una tasa de 25 por ciento de productos con defectos, cayó a solo un 5 por ciento.
Hemos dedicado semanas enteras a explicar las devastadoras consecuencias de la manipulación de los mercados –en especial la baja artificial de las tasas de interés- por parte de los banqueros centrales, encabezados por la Reserva Federal estadounidense. Mucha gente no se da cuenta que, lejos de estimular la economía por la vía de la expansión de la deuda, uno de los efectos colaterales de esa expansión artificial del crédito es el desempleo.
Y es que ante la abundancia de préstamos y sus menores costos empujados por los bancos centrales, los empleadores preferirán adquirir más deuda a una tasa menor y comprar maquinaria adicional para reemplazar a los trabajadores menos cualificados, que continuar pagándoles. Su costo se incrementó.
Por eso la base del crecimiento sostenido no puede ser la creación de deuda/crédito y su correspondiente expansión monetaria, sino el ahorro. La deuda por definición no puede crecer al infinito porque tarde o temprano se tiene que pagar.
A diferencia de la deuda, el ahorro –piedra angular de la formación y acumulación de capital, implica un sacrificio del consumo presente pero a cambio de una mayor producción y consumo futuros. En un mercado libre, unos –los ahorradores-, entregan sus recursos a intermediarios financieros cuyo trabajo es otorgarlos a otros –los emprendedores-, para su uso productivo.
Por eso es fundamental que existan mecanismos de contención de la deuda –como el patrón oro-, y que el gobierno, los bancos centrales y privados no puedan meter mano en la creación de dinero para obtener ganancias extraordinarias o expandir el dispendio público. Por supuesto, es vital que tampoco puedan manipular las tasas de interés.
Sin esos frenos, el resultado es una continua impresión monetaria y un ciclo repetitivo de auge y crisis económicas, que por cierto, las voces oficiales atribuirán dolosamente al “capitalismo”, y los desempleados, a las máquinas. Un gran error.
Lo que sucede es que en el mundo atestiguamos una automatización extraordinaria como si hubiese sido consecuencia de abundancia de ahorro –que sí sería sostenible-, pero que en realidad es crédito y deuda. Esa falsa señal de ahorro abundante provocará después que muchos de los proyectos actuales que parecen rentables, en el futuro se descubrirán que no lo eran. Una nueva crisis es inevitable.
Dicho de otro modo, el intervencionismo de gobiernos y bancos centrales es el gran responsable del desempleo estructural, no el capitalismo ni los robots. Eso, por supuesto, jamás será reconocido por los aludidos.
El planeta debe crecer de manera sostenida y tender a la automatización. Sin embargo, debe hacerlo basado en cimientos sólidos de acumulación real de capital. Este enriquece a la humanidad y la hace más libre. El dispendio y la deuda, en cambio, la condenan a prolongar la pobreza y el sometimiento, algo muy deseado por la gente del poder.
Al mismo tiempo, es indispensable que haya una garantía de respeto a la propiedad privada –cuya obligación corresponde al Estado-, pues la apropiación sin límites de lo ganado constituye el estímulo ideal para la creatividad y la innovación empresarial. De este modo, los empleos perdidos en las viejas industrias se irán a nuevas, que hoy, ni siquiera imaginamos que puedan existir.