“Esto es lo que nos distingue y éste es, en última instancia, el dilema: o negociación en Europa con un Gobierno de Syriza o aceptación de las condiciones que los acreedores le imponen a Grecia por parte del Gobierno de Samaras”.
Así rezaba el Manifiesto de Tesalónica, presentado por Syriza hace apenas un año. Desde entonces, la coalición de izquierdas ha logrado llegar al poder en Grecia para intentar desplegar el programa con el que embelesó a los griegos. El resultado en poco más de medio año ha sido bastante ilustrativo: Syriza ha tenido que continuar con los recortes a un ritmo mucho más acelerado que Nueva Democracia, ha decretado un corralito que ha hundido a la economía helena, y en última instancia ha terminado implosionando como coalición política.
El recortazo de Syriza
Syriza llegó al poder prometiendo revertir la política “austericida” de Pasok y Nueva Democracia. La pregunta que jamás respondieron al respecto era, sin embargo, bastante elemental: ¿con qué dinero pensaban financiar tamaña explosión de gasto público? En retrospectiva, parece bastante obvio que su esperanza era la de financiar el rearme de la burocracia clientelar y corrupta de Grecia con el dinero de los contribuyentes europeos. Por suerte, en Europa se encontraron con un unánime Nein a medias: tercer rescate a costa de los contribuyentes europeos, sí, pero nada de revertir los recortes anteriores. La Troika, pues, ha seguido a lo suyo —salvarle la papeleta a oligarquías políticas quebradas—, pero en esta ocasión la cesión no ha sido tan amplia como en las anteriores.
Y apartados en gran medida del bolsillo del contribuyente europeo que aspiraban a seguir rapiñando, Syriza no ha tenido otro remedio que plegarse a la realidad: a saber, que los ingresos del Gobierno griego son marcadamente insuficientes para cubrir sus gastos y por tanto, al no poder emitir deuda en los mercados por su absoluta falta de credibilidad, no les queda otro remedio que aplicar recortes para cuadrar las cuentas.
Dicho y hecho: Syriza ha aplicado uno de los mayores tijeretazos al gasto público de los últimos años. Entre enero y julio de 2014, Nueva Democracia había recortado un 2,3% el gasto del gobierno central (descontando intereses y pago de la deuda) con respecto al mismo período de 2013; de hecho, en los presupuestos elaborados para este año, Nueva Democracia tenía previsto elevarlo un 1% con respecto a las cifras de 2014. ¿Y qué ha hecho Syriza durante estos siete primeros meses? Recortarlo en un 15% con respecto a las cifras ejecutadas en 2014.
Evidentemente, los de Tsipras no han aprobado este macrorrecorte del gasto corriente y de la inversión pública por convicción, sino por necesidad. Cuando se agota el dinero del contribuyente griego o del incauto ahorrador europeo, el estatismo deja de poder ser financiado. Por eso, jamás debimos haberles concedido ni un primer, ni un segundo, ni un tercer rescate: sin la financiación artificialmente laxa de Europa, hace tiempo que Grecia habría completado los imprescindibles ajustes que necesitaba su burbujístico sector público.
El hundimiento económico de Grecia
Si la economía griega ya había sido tocado y hundida con la desastrosa gestión de Pasok y Nueva Democracia, Syriza ha terminado de enterrarla bajo una tonelada de cemento. Los ingresos de la industria griega en junio (antes del corralito) cayeron un 13,4%, el mayor desplome desde 2009. Asimismo, el índice de actividad manufacturera PMI registró en julio el mayor desplome de la historia del país,apuntando a una contracción del PIB de más del 10%.
Es verdad que los datos de crecimiento del segundo trimestre (antes del corralito) apuntan a un aumento del PIB del 0,8%, pero convendría no dejarse llevar por espejismos. Primero porque se trata de un dato provisional. Y segundo, porque lo que aumenta un 0,8% es el PIB real: el PIB nominal se contrae un 0,7%. Es decir, toda la veracidad del dato depende de que, en efecto, se haya estimado correctamente la deflación de alrededor del 1,5% durante este trimestre.
En todo caso, en el tercer trimestre del año a buen seguro asistiremos a una de las caídas más intensas del PIB griego en toda su historia como consecuencia del establecimiento de un corralito por parte de Syriza. Porque sí, recordemos que el corralito es responsabilidad exclusiva de Syriza y, más en concreto, de Yanis Varoufakis: fue Syriza quien rompió unilateralmente las negociaciones que buscaban extender el segundo rescate a Grecia más allá del 30 de junio por la vía de convocar un referéndum después del 30 de junio en el que, además, se pedía votar en contra de la propuesta de la Troika. Al romper las negociaciones y salirse del paraguas del segundo rescate como medida de presión negociadora, el Estado griego dejó de ser solvente (ya que su solvencia dependía de que la Troika les prestara dinero) y, en consecuencia, la banca griega también dejó de serlo. Dado que el Banco Central Europeo tiene prohibido extender crédito a una banca insolvente y dado que los griegos estaban sacando en masa sus ahorros del país, el corralito que devastó la economía estuvo servido.
En suma: Syriza optó por secuestrar e inmolar financieramente a sus ciudadanos para intentar que la Troika cediera a su chantaje. Una táctica varoufakiana (el juego del gallina) que le salió mal y con el que hundió la economía en unas magnitudes no vistas con anterioridad.
La descomposición de Syriza
Inevitablemente, el contraste del discurso populista con la realidad ha terminado fracturando el partido entre los populistas pragmáticos y los populistas unicornianos. Los primeros, liderados por Tsipras, intentan reorientar sus eficaces técnicas de manipulación para que la ciudadanía trague con lo que le decían hasta hace un par de semanas que resultaba inaceptable. Ayer mismo, el propio Tsipras se puso el traje de Samaras y cuando anunció su dimisión afirmó que: “Tras llegar a un acuerdo con la UE, la economía mejorará, los bancos se estabilizarán y volveremos a la normalidad”. El acuerdo: la clave de la recuperación es el acuerdo con la Troika; el mismo acuerdo contra el que publicaron el Manifiesto de Tesalónica, contra el que forzaron la convocatoria de nuevas elecciones en diciembre de 2014 y contra el que convocaron un referéndum en julio de 2015. Por otro lado, los populistas unicornianos siguen autoengañándose para así engañar con mayor éxito al pueblo: confían en destronar a Tsipras para, esta vez sí, abandonar el euro y robar a sus ciudadanos por la disimulada vía de la inflación. A lo Maduro pero en el Egeo.
De momento, todo apunta a que los populistas pragmáticos ganarán la batalla electoral, ya que pese a todos los vaivenes y traiciones, el carisma y la popularidad de Tsipras sigue intacta en el país. Pero, en todo caso, la coalición de Syriza se ha roto irremediablemente. Bajo precio para todo el daño que han generado.