México celebra un aniversario más del inicio de su revolución de Independencia. Han pasado más de 200 años de ello, y la realidad es que el sueño independentista se seguirá quedando gran parte en eso, pero no por lo que la mayoría cree. Es común que los nacionalistas se rasguen las vestiduras y repitan que nuestro país sigue siendo dependiente. Razón no les falta.
Sin embargo, en ellos reside una clara confusión. Bajo su óptica, el ideal implícito es que dentro de nuestras fronteras fuésemos capaces de producir todo aquello que necesitamos o que nos gusta. Esta lógica de una independencia basada en una especie de aislamiento –tan común en nuestros días-, está conduciendo al mundo entero a anhelar los viejos tiempos del perjudicial proteccionismo, y a una oleada reforzada de neomercantilismo. En éste, se cree de forma equivocada que lo que unos ganan otros lo pierden, por lo que lo importante es exportar, no importar, “robarle” la riqueza al otro para aumentar la propia. Una falacia que pasa por alto que en un intercambio voluntario ambas partes ganan y reciben más valor del que entregan, pues de no ser así, el intercambio ni siquiera se llevaría a cabo.
Ese proceso de aislamiento es ampliamente nocivo, pues en primer lugar, un país no puede producirlo todo, y aun si pudiera, no debería hacerlo si otro u otros lo hacen mejor en los sectores que sea. Más todavía en la era de la información donde gracias a la tecnología, es más fácil que nunca acceder al conocimiento, pues de este modo, la acción empresarial se potencia de una manera increíble. Ningún país debe entonces forzar la producción de “todo” con el ánimo de lograr la máxima “soberanía”, pues el resultado será producir mal, caro y con el sacrificio de los consumidores, que siempre serán la abrumadora mayoría.
Lo deseable entonces no es que un país se cierre, pues gracias a la aludida hiperconexión, lo que se inventa en China lo pueden desear tener en Estados Unidos y viceversa, lo que se produce en México es demandado en Europa y quizá hasta comprado con un solo clic, etc. Los ejemplos son incontables y las posibilidades infinitas. Como consecuencia de la existencia de las computadoras e Internet, cada instante es más difícil e inviable que un país se vuelva “independiente” desde la postura nacionalista de antaño.
La verdadera independencia sólo es alcanzable en el individuo, pues si lo vemos nada más como dejar de depender de un Estado para subordinarnos a otro, en el fondo esa “independencia” en realidad es un mero cambio de autoridades. La peor parte es que si ese Estado es intervencionista en la economía, entonces la independencia de los ciudadanos es inexistente, pues quien debería ser el garante de las libertades individuales se convierte en su principal violador. La consecuencia es el atraso y la pobreza, que son el común denominador de todas las ex colonias españolas en América.
Ese, sin duda, no es el camino a seguir. En palabras del economista liberal español, Juan Ramón Rallo, “los hombres libres actúan a través del mercado, los represores a través del Estado”. Es así.
La libertad individual es el camino a la independencia, que cuando se alcanza, en el aspecto macro se refleja ya no en conflictos, proteccionismo ni neomercantilismo, sino en paz, cooperación y comercio internacionales.
La auténtica independencia pasa por un Estado mínimo, de ciudadanos libres. Dicho Estado tiene que estar limitado por ley, a hacer valer los principios de justicia: el de libertad, el de propiedad privada y el de autonomía contractual. La independencia que cuenta es la del ser humano individual respecto de todos los demás –y en especial respecto del Estado-, que en la búsqueda de su bienestar personal logra aportar al beneficio colectivo por medio de la división del trabajo.
Es así como puede alcanzarse un crecimiento sostenible y abatir la pobreza. Esto se debe a que el estímulo es a acumular ganancias privadas, a ahorrar. El ahorro es la piedra angular del capital y la acumulación de éste, la del desarrollo. Esa es la diferencia entre los países que lo han alcanzado y los que no, como nosotros.
Como vemos, a 205 años de aquel grito de “muera el mal gobierno”, de Miguel Hidalgo, la independencia real sigue sin alcanzarse.
Independencia y libertad para México, sólo son alcanzables en sus individuos, en puertas abiertas de par en par hacia el exterior, en un Estado mínimo, austero, que solo tenga que preocuparse por hacer valer la Ley y no por dar “beneficios sociales”, dádivas, que perpetúan la pobreza.
Como en 1810, independencia y libertad, nos siguen haciendo falta.