CDC y ERC concurrieron a las recientes elecciones catalanas dentro de la coalición Junts Pel Sí (JxS) pidiendo el voto como una muestra de apoyo plebiscitario a la independencia. En solitario, es obvio que JxS ha perdido el referéndum y que ha sufrido un duro revés (aun contando con la escisión de Unió, CDC y ERC se han dejado más del 10% de los escaños que obtuvieron en 2012); conjuntamente con las CUP, el plebiscito tampoco se ha ganado: no existe un número de catalanes abrumadoramente favorables a una declaración unilateral de independencia tal como resulta exigible en este tipo de procesos.
Sin embargo, la derrota plebiscitaria de JxS no debería llevarnos a olvidar que estos comicios seguían siendo unos comicios autonómicos y, por tanto, que de ellos debe salir electo el próximo presidente de la Generalitat. Desde esta óptica, el batacazo de JxS resulta mucho más modesto, ya que, en ausencia de luchas intestinas que disuelvan la coalición, serán ellos quienes lo escogerán (menos claro es que sea Artur Mas el finalmente elegido).
En tal caso, sin un contundente mandato plebiscitario para convocar la independencia pero sí para gobernar la autonomía de Cataluña, ¿qué opciones políticas tiene JxS de cara a la presente legislatura? Mirándolo con frialdad, la única opción realista sería la de intentar negociar un nuevo marco de financiación autonómica para la región. A la postre, según la propia narrativa de Convergència, la deriva independentista de Mas arrancó cuando se le dio un portazo a su propuesta de Pacto Fiscal con el Estado español.
Si éste, y no la descabezada independencia, terminara siendo el proyecto político de la Generalitat presidida por JxS para la presente legislatura, el gobierno central debería aprovechar la coyuntura y reformar el actual modelo de financiación autonómica para el conjunto de España: mucha más descentralización y corresponsabilidad fiscal para Cataluña sí… pero no sólo para Cataluña.