En este espacio hemos advertido desde principios de año de las señales que comenzaban a multiplicarse en el sentido de una desaceleración global que se terminaría convirtiendo en recesión. De acuerdo con un documento que HSBC elaboró para sus clientes y que se dio a conocer esta misma semana en inglés, ese momento ya ha llegado.
Según el reporte, el comercio mundial se está desplomando a un ritmo alarmante que, a junio pasado –último dato disponible- alcanzó una tasa negativa de -8.4%. Períodos de descensos equivalentes sólo se encuentran en lapsos recesivos.
HSBC afirma que de hecho, el Producto Interno Bruto (PIB) global medido en dólares ya está en recesión, una incluso ya más pronunciada que la de 2001. La contracción económica hasta el momento sería del -3.4 por ciento, equivalente a 1.37 millones de millones de dólares. Desde luego, se está midiendo también la fortaleza del dólar y con ello, amplificando el impacto. No obstante, lo cierto es que el dólar es todavía la divisa de reserva mundial, y el dato nos refleja lo negativo que resulta para todos dicha fortaleza: para los emergentes (EM) cuyas monedas se han devaluado, y en especial para los países desarrollados (DM). Nadie celebra un “súper” dólar.
El gráfico siguiente (cortesía de Zerohedge) ilustra el momento recesivo global, cuando se mide en dólares.
No es casual que los mercados ya descarten cualquier intento de que la Reserva Federal (Fed) aumente las tasas de interés, y sólo ven una moderada probabilidad para mediados de 2016. De seguir con esta tendencia, la escalada de tasas se seguirá posponiendo, y como ya hemos advertido aquí, no es imposible ver medidas como tipos de interés negativos y hasta un QE4 para debilitar al dólar.
HSBC destaca el “limitado” –por no decir contraproducente- efecto de las rondas de “flexibilización cuantitativa” (QE, por sus siglas en inglés) que han emprendido los mayores bancos centrales del orbe como la Fed, el Central Europeo (BCE) y el de Japón (BoJ). Una frase clave en el informe es que “las políticas de QE no han generado más valor del que han destruido.” Así es.
Para aquellos mercantilistas amantes de la “devaluación competitiva”, el reporte señala que los relativos incrementos en los estímulos por parte del BCE y BoJ han modificado los tipos de cambio, pero que ello no ha producido “cifras de crecimiento de exportaciones suficientemente grandes”, para compensar la falta de dinamismo en la economía.
De manera que los mercados financieros enfrentan vientos en contra en tres vertientes, explican: “crecimiento más lento y la limitada capacidad de los bancos centrales para moderar las recesiones cíclicas, en un momento en el que la prima de riesgo es relativamente limitada en mercados clave. Por lo tanto, nuestra asignación de activos es muy conservadora hacia el futuro.”
Si bien HSBC no está descubriendo el hilo negro, sí confirma que en este momento, es un error grave creerse el cuento de que la desaceleración será “temporal” y que las perspectivas de crecimiento son alentadoras. Todo lo contrario.
En ese escenario, la mesa está más que puesta para que con cualquier pretexto estalle una nueva crisis financiera que haría que, los activos refugio como el dólar, los bonos del tesoro y el oro, se pudieran disparar a nuevos máximos. Reiteramos que aún es tiempo de hacer previsiones y tomar medidas de autodefensa financiera.
Al gobierno y al Banco de México, como ya ha ocurrido en el pasado, el nuevo estallido de burbujas en mercados globales de activos los tomará por sorpresa. El optimismo es mal consejero.