El lunes pasado el gobernador del Banco de México (Banxico), Agustín Carstens, expresó en una entrevista en Radio Fórmula sus esperanzas de que la economía estadounidense consolide su recuperación, y “jale” el crecimiento de México. Si bien mostró un tono cauteloso y menos optimista que de costumbre –lo cual ya dice algo-, Carstens sostuvo que dicha recuperación contribuiría además a que se estabilizara el precio del petróleo.
El problema es que a decir verdad, los últimos datos lejos de confirmar un crecimiento sostenido de la economía de aquel país, lo que se aprecia es que continúa desacelerándose. El lunes mismo la Reserva Federal (Fed) de Atlanta –uno de los 12 bancos que conforman la estructura del sistema de banca central de la Unión Americana, recortó su pronóstico de crecimiento del PIB esperado para el cuarto trimestre de 2015.
Su modelo de pronósticos denominado GDPNow bajó la estimación oficial de 1.3% apenas el 23 de diciembre, a sólo 0.7 por ciento real anual al 4 de enero (continúa después del gráfico).
Es decir, en solo 12 días la Fed de Atlanta redujo casi a la mitad su pronóstico del cuarto trimestre de 2015.
Lo que no se puede perder de vista, es que apenas en diciembre el Comité de Mercado Abierto (FOMC) de la Fed comenzó a subir su rango objetivo de tasas de interés que estaba entre 0% y 0.25% por ciento, para pasar ahora a entre 0.25 y 0.50 por ciento. ¿Qué significa esto? Bueno, que ese banco central comenzó a subir los tipos en un marco de desaceleración económica, algo muy inusual por los posibles efectos de “freno” que en teoría eso puede tener. Lo destacado en todo caso no es tanto los 25 puntos base que se subieron las tasas, que es mínimo, sino que se supone marcaría el inicio de un paulatino ciclo alcista.
Hay además otros datos como el desplome de las ventas domésticas de autos en el vecino del Norte, que el mes pasado alcanzaron los 13.46 millones, el nivel más bajo en seis meses según cifras anualizadas y ajustadas por estacionalidad. Como consecuencia, la ratio de inventarios de autos sobre ventas se encuentra en niveles no vistos desde la Gran Recesión de 2009.
Asimismo, la curva de rendimientos de los Treasuries estadounidenses está dando señales de debilitamiento, no de fortaleza, toda vez que los diferenciales entre los valores de corto y largo plazo se siguen estrechando (ver gráfico cortesía de Mish Shedlock y Curve Watchers Anonymous).
Si la economía de ese país estuviera en buena forma, sería de esperar lo contrario. Eso sí, quien quiera ver que la curva se invierte de nuevo antes de hablar de una inminente recesión, podría esperar sentado. Como ha explicado Pater Tenebrarum en su blog Acting Man, en un contexto de política de tasas de interés en cero como la mantuvo la Fed por años, y de estímulos monetarios (QE), es poco probable que dicha inversión de la curva se presente. Aun así, la recesión puede estar en camino.
Justo ante estos escenarios adversos es que en este espacio nos mantuvimos escépticos de que Janet Yellen y el resto de integrantes del FOMC comenzaran a subir las tasas el año pasado. Sin embargo, ya que lo están haciendo, dos son los horizontes principales: 1) que la desaceleración sea de carácter temporal –como es la apuesta de la Fed-; y 2) que de plano, la tendencia continúe hasta el punto de la recesión.
Aquí creemos la segunda opción es la más probable, por lo que el optimismo de Agustín Carstens en que Estados Unidos nos “jale”, sería por completo infundado.
Ahora, ¿de veras alguien cree que la Fed soportará que la economía se hunda en recesión mientras continúa un supuesto ciclo alcista de tasas? Insistimos en la posibilidad de medidas desesperadas, incluso tipos negativos, que Yellen y compañía guardan bajo la manga.
Bien harían la Junta de Gobierno de Banxico y la Comisión de Cambios –que encabeza la secretaría de Hacienda, o sea, Luis Videgaray-, en hacer a un lado el optimismo y pensar en las próximas acciones a emprender en el caso de una recesión estadounidense que podría ser inminente, pero que en todo caso, es inevitable.
No vaya a ser que la cubetada de agua fría de una nueva crisis y recesión los vaya a tomar desprevenidos, otra vez, como pasó con el propio Carstens y su “catarrito” de 2008. Es hora de poner nuestras barbas a remojar.