El 1° de mayo del 2003, sobre la cubierta de vuelo del USS Abraham Lincoln, luego de convertirse en el primer presidente en aterrizar sobre un portaaviones en una aeronave de ala fija, el entonces presidente George W. Bush (vistiendo un gallardo traje de vuelo de monótono color oliva), declaró bajo una enorme pancarta en la que se leía “ Misión Cumplida”, que las “principales operaciones de combate” en Irak habían sido concluidas, que el cambio de régimen se había efectuado y que Estados Unidos había triunfado en su misión de transformar el Medio Oriente. Trece años más tarde, después de años de operaciones adicionales de combate en Irak y un Medio Oriente que se está saliendo del control de la influencia de Estados Unidos – a medida que aumenta en desdeño hacia la misma –, volvemos la mirada hacia el suceso de la “Misión Cumplida” como el epítome de una falsa seguridad y una celebración prematura.
La imagen de W. Bush sobre la cubierta de vuelo, recuerda en mucho la reacción ante la decisión de la Reserva Federal de elevar las tasas de interés por primera vez en casi una década. Mientras en los medios de comunicación y Wall Street muchos hablaron de un “experimento concluido” y del “amanecer de una nueva era”, pocos se dan cuenta de que estamos tan fuertemente atrapados en la maleza de una política fallida como lo estuvieron Bush, Cheney y Rumsfeld en el malinterpretado conflicto de Irak en el 2003.
En su historia inicial de los eventos del día, el Washington Post declaró que, al elevar la tasa de los Fondos Federales a un cuarto de punto porcentual, la Reserva Federal está “terminando una era de dinero fácil que ayudó a salvar la nación de otra Gran Depresión”. Dejando de lado el hecho de que 25 puntos base es todavía 175 puntos por debajo de la tasa de cerca de 2.0% de inflación subyacente que el gobierno ha reportado por los últimos 12 meses (y debería, por tanto, considerarse innegablemente fácil), la pregunta más importante a plantear es en qué entorno está aparentemente cambiando la Reserva Federal esta página.
Históricamente, la Reserva Federal ha iniciado sus ciclos de ajustes durante las primeras etapas de expansiones, cuando la economía ha tenido suficiente impulso para absorber los vientos en contra de los aumentos en las tasas. Pero ese no es el caso en absoluto esta vez.
Previo a la reciente Gran Recesión, ha habido seis recesiones desde 1969, y después de esos episodios, pasaron 13.3 meses en promedio desde el momento en que la recesión concluyó al momento en que la Reserva Federal se sintió suficientemente confiada en la recuperación como para elevar las tasas. (El tiempo de retraso fue sólo 3.5 meses en las cuatro recesiones entre 1971 y 1991). (El Buró Nacional de Investigación Económica – National Bureau of Economic Research, US Business Cycle Expansions and Contractions, 4/23/12)
Pero después de la recesión del 2008 – 2009, la Reserva Federal esperó la asombrosa cifra de 78 meses para apretar las palancas monetarias. Esos ciclos de ajustes previos también ocurrieron en momentos en que el PIB era mucho más alto de lo que es ahora. Durante las seis ocasiones anteriores, el PIB promedió un robusto 5.3% en el trimestre en que la Fed se movió, los datos sugieren que tendremos una cifra de entre 1% y 2% anualizado. (Bureau of Economic Analysis) Otra diferencia importante es el nivel de desempleo en el momento en que los aumentos ocurrieron. Debido a que iniciaron los ajustes mucho antes en los ciclos de expansión, el desempleo en los momentos de esas recuperaciones anteriores tendió a ser alto, pero decreciente. La tasa de desempleo promedio en el momento en que los seis ajustes anteriores ocurrieron, era de 7.5%. Pero esa tasa promedio había caído a 5.1% (un nivel que la mayoría de economistas consideran como “empleo pleno”), un promedio de 42 meses después del ajuste inicial de la Fed. En otras palabras, esas expansiones fueron suficientemente jóvenes y fuertes como para absorber los aumentos de las tasas y reducir el desempleo. (Bureau of Labor Statistics; Federal Reserve Bank of NY) Nuestra tasa de desempleo actual ya ha caído a 5.0% (sobre todo porque los trabajadores han abandonado la fuerza laboral). Pocos economistas conceden la posibilidad de que podría caer mucho más. Esto es particularmente cierto cuando se reconocen las condiciones económicas en rápido deterioro que estamos viendo hoy.
Hay una fidelidad creciente de los datos que muestran que la economía estadounidense está perdiendo impulso rápidamente. Algunos puntos de datos, tales como el inventario de proporción de ventas y los datos del ISM manufacturero sugieren que una recesión puede estar a la vuelta de la esquina (entre ellos, las terribles cifras de producción del PMI manufacturero e industrial, una débil previsión de la Fed de Filadelfia, el PMI de servicio de sector más débil del año, una Otra gran pregunta es por qué la Fed decidió actuar en diciembre después de no hacer nada durante tanto tiempo. Es evidente que los mercados estaban sorprendidos y confundidos ante el fracaso de la Reserva Federal de jalar el gatillo en septiembre, cuando la economía parecía, al menos para aquellos que elegían ignorar los malos datos, estar en terreno relativamente sólido. En aquel tiempo, la Fed sugirió que necesitaba ver más mejoras antes de dar luz verde a un aumento. Y mientras yo no tiendo a dar mucho crédito a las declaraciones de la mayoría de economistas, difícilmente encontraríamos a alguien que quisiera afirmar que los datos de diciembre se ven mejor de lo que se vieron en septiembre.
Una explicación mucho más probable es que a través de su retórica, la Fed se había acorralado a sí misma.
Aun cuando la Fed hubiera preferido dejar las tasas en cero, el temor era que fallar en elevarlas dañaría su credibilidad. Después de haber estado indicando por gran parte del año pasado que ellos creían que la economía había mejorado lo suficiente para ameritar un incremento en las tasas más tarde en el 2015, continuar sin hacer nada podría sugerir que la Fed no creía realmente en lo que estaba diciendo. Este fue un resultado que no podían evitar. Si pudiéramos dudar acerca de sus declaraciones económicas, tal vez han sido igualmente falsos con su habilidad profesada de encoger su balance de los próximos años, contener la inflación si alguna vez asomara su fea cabeza, o para prevenir la propagación del contagio financiero durante una nueva recesión.
En realidad, debería haber muy poca confianza en que una nueva era haya comenzado. Un simbólico gesto de salvación de su credibilidad, llegando justo dos semanas antes del fin de año, no es realmente un suceso.
Es el equivalente de una credibilidad en un Ave María, con la Fed tratando desesperadamente de infundir confianza en una “recuperación” que para todos los propósitos prácticos ya ha terminado.
La pregunta será si tan pequeña acción será suficiente para empujar a una economía ya en desaceleración hacia una recesión mucho más pronto. En los últimos siete años la economía estadounidense se ha vuelto dependiente de las tasas de interés de cero. Pero estas dependencias no serán totalmente reveladas hasta que la corriente se extienda y esas tasas de interés de cero por ciento sean retiradas. La pregunta más importante es qué tan rápido la Fed revertirá el curso. ¿Tomará acción una vez que se vuelva penosamente obvio para todos que nos encaminamos a otra recesión, o esperará hasta que estemos oficialmente sumergidos hasta las rodillas en una contradicción que es incluso mayor que la anterior?
Las nuevas rondas de recortes de la tasa y de Flexibilización Cuantitativa que la Fed tendrá que liberar, harán eco de la “intervención” militar en Irak del 2007. Aquellas tropas fueron necesarias para revertir el caos que la administración había ignorado por tanto tiempo. Pero del mismo modo en que aquella intervención sólo nos compró unos pocos años de relativa calma, pueden esperar que las ganancias traídas por nuestra próxima intervención monetaria sean aún más transitorias. Ese es un desarrollo para el cual virtualmente nadie en Wall Street se está preparando.