No hay día en que no me tope con alguien que piense que en China sólo se hacen productos pirata. Así de grave y preocupante es la ceguera de muchos ante un gigante en ascenso, pues sólo quien no quiere ver o de plano no quiere informarse, podría pasar por alto un cambio de paradigma de la magnitud que se avecina.
China ya no es el país socialista de Mao. De hecho, su vertiginoso ascenso se debe en primer término a haber abrazado de forma paulatina políticas de libre mercado desde 1978, a la muerte del caudillo. Ello le permitió sacar de la pobreza a millones de personas a lo largo de estas casi cuatro décadas.
La planificación central, el intervencionismo estatal que pretende dirigir los destinos de la economía, siempre termina en tragedia. Los chinos no volverán a eso.
Sí, Beijing sigue cometiendo errores como el de creer que con controles de capital se puede detener una estampida y una devaluación, o que por decreto se puede evitar la explosión de una burbuja bursátil. Pagará por sus “pecados” económico-financieros al igual que lo hará la capital del sistema con una crisis de divisas sin precedentes: Estados Unidos.
Pese a ello, la realidad es que los chinos siguen aprendiendo y avanzan lento, pero con paso firme, en sus planes de mediano y largo plazo. En ellos está el de superar a su rival americano y el de desplazar al dólar como divisa hegemónica. Este año el yuan o renminbi (RMB), su moneda, entrará a la cesta de divisas de reserva de los Derechos Especiales de Giro del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Por eso se equivocan los analistas, periodistas y políticos occidentales que desdeñan el ascenso chino.
El “dragón” asiático sabe que Estados Unidos y su banco central, están quebrados. Sabe también que nunca le podrán pagar todo lo que le deben, y justo por eso continúa empoderándose por la vía de la acumulación masiva de oro, un activo monetario que cuando se tiene en físico, no tiene riesgo de contraparte ni de incumplimiento de pago.
Así que mientras desde Londres y Washington se ocupan de manipular a la baja el mercado de metales preciosos monetarios –para dar apariencia de fortaleza al billete verde-, en Asia continúan llenándose los bolsillos y las bóvedas de oro y plata a precios de ganga.
El analista Koos Jansen de BullionStar.com ha dado cuenta de lo subestimadas que aparecen las cifras de demanda de oro de China, en los reportes del Consejo Mundial del Oro (WGC, por sus siglas en inglés). Para 2014 por ejemplo, ese organismo reportó 973.6 toneladas (t), pero el cálculo de Jansen basado en estadísticas de retiros de la Bolsa de Oro de Shanghái (SGE, por sus siglas en inglés) revela que habría sido al menos, de 2,197 t ese año. En 2015 podrían haberse alcanzado las 2,500 t.
Asimismo, Jim Rickards –autor del best seller Currency Wars-, reveló en exclusiva para este espacio que los chinos acumulan oro en secreto trasladándolo por mar y tierra usando canales militares. Nadie sabe con certeza cuánto oro ya tiene acumulado en reservas el mayor consumidor global del metal.
Según el WGC los chinos ocupan la sexta posición en el ranking de tenencias áureas, con 1,722.5 t. No obstante, la realidad es que Beijing es la que ordena lo que se debe publicar, por lo que estas cifras no son confiables. De acuerdo con estimaciones de Bloomberg Intelligence (BI), sus reservas de oro se encuentran al menos entre las 3,600 y las 4,000 t. Eso colocaría a China en el segundo sitio, después de Estados Unidos que se supone, tiene 8,133.5 t que nadie ha auditado.
Una de las rutas principales que sigue el oro chino es: Londres – Suiza (donde es refinado hasta la pureza 0.9999 y convertido a barras más pequeñas en sistema métrico) – Hong Kong – China continental.
De manera que a pesar de las turbulencias presentes, el metal precioso es el as bajo la manga del “dragón”, que tarde o temprano buscará imponer un “nuevo patrón oro”.
No es que vayan a respaldar la totalidad de los yuanes en circulación, pero hay varios mecanismos que podría implementar. Por ejemplo, Ken Hoffman de BI, opina que podrían lanzar un “billete respaldado en oro” para potencialmente estabilizar al RMB.
Por su parte, el magnate Hugo Salinas Price, considera en un artículo reciente que ante una economía global que se paraliza, Beijing se verá obligado a “dejar de adherirse a los pactos internacionales y a adoptar cualquier medida necesaria para darle esperanza a su pueblo.” Para ello, su regla será “pagamos con oro lo que compramos - con muy poco oro, pero pagamos con oro. Si quieren comprarnos, paguen con oro. O ¿qué otra cosa tienen para ofrecernos a cambio de nuestra mercancía? Si ustedes tienen algo que nosotros queremos, pagamos con oro. Resto del mundo, háganle como quieran'.” Así será.
El resto de países tendrá que adherirse a este sistema o sucumbir en el aislamiento. Será lo primero. La confianza será la gran ausente en ese nuevo escenario en el que el dólar será repudiado como divisa de reserva para acercarse más a su verdadero valor: cero. La impresión monetaria y la deuda, lo habrán enterrado en el panteón del dinero de papel sin respaldo en oro, donde yacen todos los anteriores experimentos de este tipo.
El rey de los metales, el extintor de deudas por excelencia –y por ende, el mejor restaurador de la confianza-, será el único que pueda revivir la economía mundial y saldar los desequilibrios comerciales.
El oro y su compañera la plata, serán reinstalados en el trono monetario, de donde nunca debió removerlos el contubernio gobiernos-banqueros, que se enriquecieron a costa de empobrecer a la gente y destrozar la economía con dinero fíat. El siglo de China está en marcha.