El pasado viernes fue un viernes negro más en la historia de los mercados financieros. Los índices bursátiles de todo el mundo fueron una marea roja impresionante, lo mismo que la mayoría de las materias primas y divisas, incluyendo al peso mexicano. En este mar de sangre, el oro y la plata tuvieron ganancias moderadas ante la búsqueda de refugios seguros. Son los gigantes de pie.
En este espacio hemos advertido que el final de esta historia es una crisis de divisas de grandes proporciones. Sin embargo, antes encontraremos descalabros como el de hoy, rebotes del “gato muerto” y nuevas caídas. A contracorriente, hemos advertido por meses que la desaceleración de la economía global estaba en marcha, y que aunque Estados Unidos lucía todavía como un “oasis” de expansión, la realidad era que una nueva recesión era cuestión de tiempo.
Aunque aún no alcanzamos ese punto, lo cierto es que la percepción del público inversor comienza a cambiar.
¿Puede imaginarse usted un escenario de debilidad económica, en el que la “nueva normal” sea que la Reserva Federal (Fed) estadounidense de Janet Yellen, continúe sus supuestos planes de elevar las tasas de interés a pesar de todo? No sucederá. Reiteramos, en caso de emergencia no descarte medidas extremas como tipos de interés negativos.
La Fed, de nuevo, no se explica cómo es posible que esto –que cree no debería ocurrir-, esté sucediendo. La recuperación de la que tanto hablaba era una ilusión. El desplome de los precios del crudo, que ingenuamente se decía ayudaría al crecimiento, es consecuencia de la abundante oferta pero más que nada, un síntoma más de la desaceleración. Con frecuencia se suelen confundir causas con efectos.
La Fed es entonces la principal responsable de las tribulaciones económicas presentes y las que vienen. El banco central estadounidense fue quien hinchó la burbuja de las puntocom, la del sector inmobiliario de ese país –que derivó en la crisis y Gran recesión de 2008-2009-, y ahora, la de los índices bursátiles y los bonos de alto rendimiento (basura), entre otros activos.
De nuevo, todo está reventando ante los ojos de la Fed que jamás aceptará haberlas inflado. No hay peor ciego que el que no quiere ver.
Las tasas de interés en cero por ciento y la inyección de liquidez de la “flexibilización cuantitativa” de la Fed y los mayores bancos centrales del orbe, predispusieron la destructiva deflación de activos que ya empezamos a ver. La razón es que no hay burbuja (explosión artificial de los precios) que no explote, y el resultado es siempre el mismo: desplome.
Que alguien le avise entonces a Carstens y Videgaray que en Estados Unidos los datos ya no dan para más optimismo: las ventas minoristas cayeron en diciembre 0.1%; hay una gran contracción en la actividad fabril en Nueva York, donde el Índice Empire State llegó este mes a -19.37 (ver gráfico 1); la ratio de inventarios sobre ventas en noviembre volvió a aumentar debido a un alza en las existencias de 1.6%, mientras las ventas bajaron en 2.8% (ver gráfico 2); por si fuera poco, la actividad industrial en diciembre cayó más de lo esperado: 0.4% (gráfico 3).
La recesión, de la que advertimos el año pasado por las señales que comenzaban a darse, cada instante parece acercarse más. Es hora de retirar dinero de la mesa y protegerse, si es que aún hay alguien que no lo haya hecho. Bienvenidos a 2016.