El tono de analistas y periodistas comienza a cambiar. Del típico optimismo que caracteriza a los medios predominantes, comenzamos a pasar a las primeras preocupaciones. En esta etapa seguiremos leyendo y escuchando los: “hay presiones desde el exterior pero la economía mexicana tiene fortalezas”. ¡Cuidado!
El optimismo es un pésimo consejero. ¿Cómo leer este optimismo que se ha moderado? Como lo que es: una manera que tienen compañías, bancos, analistas, medios, organizaciones empresariales, etc. de hacer relaciones públicas. Nada más. Están en su derecho.
Sin embargo, el resto de nosotros no debe perder de vista la realidad del mundo económico de hoy: está en muy mala forma.
Esto no es ninguna novedad. Como sabe, aquí le hemos advertido durante meses que la recuperación económica de Estados Unidos no era más que una ilusión fruto de los estímulos monetarios, de la depresión de las tasas de interés y de la expansión de su deuda. México correrá la misma suerte.
Hoy, todo mundo voltea la mirada hacia China, pero ese país no es el culpable como se le acusa en Occidente. Los chinos son una víctima más de las políticas de gasto del gobierno estadounidense y de la Reserva Federal (Fed) de ese país, que siguen empujando el crecimiento con base en el crédito. Beijing los imitó, los superó, y ahora está pagando por esos errores económico-financieros.
Pero gracias a ello, los chinos terminarán por entender que la vía correcta aunque dolorosa, es la de liberalizar todos los controles políticos que aún mantiene sobre sus mercados, en especial el de divisas.
Las cíclicas y crecientes crisis han sido provocadas pues, por las políticas expansivas de la Fed, que sucesivamente inflaron las burbujas de las puntocom, la del sector inmobiliario estadounidense y ahora la de índices bursátiles y bonos “basura”. Todas las burbujas han reventado, y esta última lo hará también con una probabilidad del 100%, sino es que ya lo hizo.
En el país, el propio gobernador del Banco de México (Banxico), Agustín Carstens, ya no es el optimista que solía ser. Quizá aprendió la lección del “catarrito”. La que sin duda no ha aprendido, es que el intervencionismo de los bancos centrales no solo no sirve para impedir depreciaciones del tipo de cambio, sino que resulta costoso y contraproducente tratar de hacerlo. La lección china le es muy distante.
Lo afirmo porque este semana dejó en claro –siempre en inglés para medios y foros extranjeros-, que aspira a que las economías emergentes como la nuestra respondan con políticas “no convencionales” a los choques externos. Es esto lo que debe inquietarnos de Carstens, no sus tardías preocupaciones.
Y es que lo que el gobernador de Banxico pretende, es que “en casos extremos” (siempre a criterio de las autoridades monetarias) los institutos centrales intervengan en los mercados locales de bonos y valores para “facilitar ajustes en el portafolio de los inversionistas”. Eso quiere decir que los bancos centrales entren a comprar valores que, si no son los del gobierno, entonces la hoja de balance del banco central podría llenarse de basura privada sin valor alguno.
Potencialmente implicaría un nuevo rescate de acreedores extranjeros en el que de nuevo, las pérdidas se socializarían aquí.
Si Carstens quiere volverse el “Bernanke” de los mercados emergentes, qué mal. No ve, como tampoco lo vio el entonces banquero central estadounidense, que el problema es el intervenir para intentar “suavizar” el desplome de una burbuja de deuda con más de lo mismo. Al hacerlo, se crea un desastre peor, con mayores pérdidas, que el que querían evitar.
No. Lo que se necesita es que las fuerzas del mercado actúen, que los perdedores asuman sus pérdidas, que quien prestó a quien no debía pague el precio. La amarga medicina no se puede evitar, sino sólo posponer con peores consecuencias. De una gran crisis que ajuste por la fuerza los desbalances y la burbuja de deuda que infló la irresponsabilidad de funcionarios financieros y autoridades monetarias, es imposible ya salvarse. Los inversores deben acudir a auténticos activos refugio.
Hasta el momento no parece que Carstens piense en actuar de ese modo solo, sin el respaldo del resto de emergentes, pero sin duda, prende un foco de alerta que nadie debe pasar por alto.