Podemos ha presentado esta semana su propuesta fiscal de gobierno consistente en incrementar en 2019 el gasto público por importe de 96.000 millones de euroscon respecto a los niveles actuales previstos para ese año (o en 135.000 millones con respecto al cierre de 2015). En otras palabras, el gasto público en 2015 fue de 460.600 millones de euros; el actual Plan de Estabilidad de Bruselas estima que en 2019 se ubicará en 498.400 millones de euros; y Podemos desea que alcance la cifra de 594.900 millones de euros.
¿Cómo espera Podemos financiar este sobregasto público de 96.000 millones de euros en un contexto de elevado déficit público como el actual? La formación morada confía en que unos 40.000 millones vendrán por una subida tributaria múltiple (IRPF, Sociedades, Especiales y lucha contra el fraude), alrededor de 26.000 millones se financiarán con una relajación de los objetivos de déficit y casi 30.000 millones como consecuencia del crecimiento económico extraordinario logrado por el estímulo que supondrá el plan anterior (en virtud del llamado “efecto multiplicador” del gasto público).
Claramente, la sostenibilidad de la propuesta de Podemos se fundamenta en el sablazo impositivo y en las mágicas expectativas vinculadas al efecto multiplicador. En este artículo, nos centraremos en analizar el milagroso aumento de la recaudación derivado del efecto multiplicador: es decir, ¿es cierto que aumentando el gasto público en 96.000 millones y los impuestos en 40.000 millones lograremos una expansión económica adicional que permitirá, a su vez, incrementar la recaudación en otros 30.000 millones de euros?
Antes de responder a esta pregunta, explicitemos cuáles son las hipótesis sobre las que se asienta el modelo de Podemos.
El modelo de Podemos
En un reciente working paper, Is the end of fiscal austerity feasible in Spain? An alternative plan to the current Stability Programme (2015-2018), Nacho Álvarez (responsable económico de Podemos) y Jorge Uxó explican detalladamente de dónde surgen las cifras contenidas en el programa económico del partido. En esencia, Podemos dice querer lograr dos objetivos en 2019: por un lado, alcanzar la tasa media de paro europea (cercana al 8%) creando 1,15 millones de empleos más de los que se espera para ese año y, por otro, avanzar en la consolidación presupuestaria mediante un incremento de la presión fiscal hasta dejarla en el 41% del PIB (el nivel que alcanzó en 2007).
¿Cómo pretende Podemos promover este doble objetivo? De entrada, tengamos presente que, según el actual Plan de Estabilidad, Bruselas y el gobierno del PP estiman que, en 2019, la tasa de paro se reducirá hasta el 13% y la presión fiscal se colocará en el 38,1% del PIB. Por consiguiente, Podemos necesita reducir el paro otros cinco puntos (crear 1,15 millones de empleos más) e incrementar la presión fiscal unos tres. En principio, ambos objetivos son contradictorios: incrementar la presión fiscal con respecto al nivel esperado para 2019 tendrá efectos contractivos sobre la economía, de modo que será difícil que la tasa de paro se reduzca adicionalmente del 13%.
Para alcanzar combinadamente ambos propósitos, Podemos se plantea las siguientes dos preguntas: a) ¿cuánto tenemos que incrementar el PIB con respecto a la previsión de 2019 para reducir la tasa de paro desde el 13% al 8%, b) ¿cuál será el efecto contractivo sobre el PIB que conllevará la subida de impuestos y que, por tanto, deberá ser compensado para que, en términos netos, el PIB crezca lo suficiente como para reducir la tasa de paro al 8%?
En cuanto a la primera pregunta, Podemos estima que, con la actual relación entre creación de empleo y crecimiento del PIB, será necesario que el PIB aumente en 78.000 millones de euros adicionales con respecto a la previsión actual de PIB para 2019 (Bruselas espera que en 2019 el PIB será de 1,299 billones y Podemos juzga necesario que el PIB sea de 1,377 billones para que la tasa de paro alcance el 8%).
En cuanto a la segunda pregunta, una presión fiscal del 41% sobre un PIB de 1,377 millones equivale a una recaudación de 564.600 millones, mientras que una presión fiscal del 38,1% sobre un PIB de 1,299 billones equivale a una recaudación de 494.900 millones: es decir, Podemos aspira a incrementar la recaudación en casi 70.000 millones de euros. Parte de esa mayor recaudación procederá del simple aumento de los ingresos fiscales vinculado a un crecimiento adicional del PIB de 78.000 millones: basándose en estimaciones de la Comisión Europea, los autores calculan una elasticidad de la recaudación con respecto al PIB de 0,38 (es decir, por cada 100 euros que crece el PIB, los ingresos crecen 38). Esto es, el aumento del PIB proporcionará automáticamente un incremento de los ingresos de 29.600 millones, de modo que para alcanzar la recaudación extraordinaria ambicionada de 70.000 millones será necesario aprobar subidas discrecionales de impuestos de unos 40.000 millones.
Ahora bien, estos 40.000 millones de nuevos impuestos (subidas del IRPF, Sociedades, impuestos medioambientales…) tendrán efectos contractivos sobre el PIB. Podemos considera que el efecto multiplicador (o, en este caso, divisor) de los impuestos es del 0,6 (esto es, un aumento de los impuestos de 100 euros genera una caída del PIB de 60), y que al ponderarlo por la elasticidad de la recaudación con respecto al PIB (el 0,38 que hemos usado antes) y por la elasticidad del gasto público con respecto al PIB (del -0,05), deja el efecto multiplicador neto de la subida de impuestos en el 0,465. Es decir, el PIB caerá en 18.500 millones como consecuencia de la subida de impuestos de 40.000 millones.
Así pues, el PIB de 2019 debe ser 78.000 millones de euros superior al que actualmente se prevé en 2019. Con el sablazo fiscal que plantea Podemos, el PIB será 18.500 millones inferior. Por consiguiente, se necesitará de un estímulo compensatorio que eleve el PIB en 78.000+18.500 millones de euros (96.500 millones). ¿Qué estímulo del gasto público se necesita para que el PIB aumente en esa cantidad? Dado que los economistas de Podemos toman como referencia un efecto multiplicador del gasto de 1,25 (es decir, por cada 100 euros de aumento del gasto público, el PIB crece en 125), el cual se reduce a cerca de 1 (en concreto, 0,97) una vez tenemos en cuenta las elasticidades de la recaudación y del gasto público sobre el PIB. De ahí surge, justamente, la propuesta de Podemos de aumentar el gasto en unos 96.000 millones (en realidad, para que las cuentas les salgan correctamente, necesitarían aumentarlo en 100.000 millones).
En suma, con 96.000 millones de aumento del gasto público, Podemos consigue simultáneamente a) incrementar la recaudación en 70.000 millones de euros, b) incrementar el PIB netamente en 78.000 millones de euros y c) reducir cinco puntos la tasa de paro (creando 1,15 millones de empleos adicionales). Este resultado se basa en dos datos clave: un efecto multiplicador del gasto del 0,97 (una vez computados los efectos secundarios del PIB sobre ingresos y gastos) y un efecto multiplicador de los ingresos de 0,46. ¿Son estas estimaciones de los efectos multiplicadores realistas?
El modelo con estimaciones más realistas
Los economistas de Podemos basan sus estimaciones de los multiplicadores en los cálculos de diversos estudios globales y en uno específicamente referido a España:el de Martínez y Zubiri. Sin embargo, es un error considerar que existe un valor fijo e inmutable del multiplicador: el multiplicador depende de numerosos factores entre los que cabe mencionar el grado de apertura comercial, la rigidez del mercado laboral, el régimen cambiario, el nivel de endeudamiento, la fase del ciclo económico o la actitud de la política monetaria. En esencia: la cantidad de recursos que el gasto público consiga movilizar de manera multiplicada depende la disponibilidad de recursos ociosos, de las expectativas, de las incertidumbres, de las restricciones financieras, de la competitividad de la economía, etc. Calcular efectos multiplicadores para una economía a partir de series temporales muy prolongadas —con independencia de los cambios estructurales y coyunturales que se hayan producido dentro de esa economía— es un error: por eso, los cálculos internacionales no sirven necesariamente para España y, por eso, las estimaciones nacionales de Martínez y Zubiri, que sólo distinguen entre fase de ciclo expansiva y recesiva, son demasiado parciales.
En este sentido, el estudio más sistemático acerca de la magnitud de los multiplicadores dentro de la economía española bajo distintos escenarios coyunturales y estructurales nos lo proporciona el Banco de España en el ensayoFiscal Multipliers in Turbulent Times: The Case of Spain. En este estudio, se estima la magnitud del multiplicador —de gasto o de ingresos— bajo seis escenarios distintos: expansión económica, contracción económica, solvencia holgada del Estado, solvencia en dificultades del Estado, estrés entre las entidades financieras y ausencia de estrés entre las entidades financieras.
Los multiplicadores fiscales son máximos en momentos de contracción económica, solvencia holgada del Estado y estrés entre las entidades financieras. Es decir, en aquellos momentos en los que hay mucha infrautilización de los recursos, el sector privado no puede endeudarse por asfixia de las entidades financieras y no hay dudas acerca de la solvencia del Estado, el multiplicador fiscal a un año adopta tres posibles valores: 0,77; 1,26 y 1,84. En cambio, los multiplicadores son mínimos en momentos de expansión económica, riesgos de insolvencia del Estado y ausencia de estrés entre las entidades financieras: en tal caso, el multiplicador fiscal a un año adopta los posibles valores de -0,21; 0,17 y 0,43.
Claramente, los economistas de Podemos están tomando valores de los multiplicadores fiscales propios de un país que ya no es España: un país en recesión (estamos creciendo a tasas superiores al 3%), un país sin problemas en las finanzas públicas (se considera problemático cuando la deuda pública supera el 100% del PIB o el déficit es mayor del 6% del PIB: y España está al borde de ambos límites) y un país con una banca descapitalizada sin capacidad para ofrecer crédito (la reducción del crédito en España no tiene como causa la descapitalización de unos bancos que ya han sido ampliamente recapitalizados sino la falta de demanda de crédito).
En tal caso, el multiplicador fiscal no debería ubicarse entre 0,77 y 1,84 —tal como hace Pomos— sino entre -0,21 y 0,43. Nótese que el multiplicador puede volverse negativo (-0,21) en caso de riesgo de insolvencia del Estado: si las Administraciones Públicas ya están muy endeudadas y anuncian que van a endeudarse más, la expansión fiscal puede contribuir a hundir la economía, no reflotarla. Pese a ello, tomemos un valor intermedio de 0,1 para el multiplicador de los ingresos y del 0,2 para el multiplicador de los gastos.
En tal caso, la proyectada subida de impuestos de 40.000 millones planteada por Podemos sólo conllevará una contracción económica de 4.000 millones (la idea de fondo es: la economía está creciendo y las subidas fiscales apenas frenarán su crecimiento; es más, en la medida en que contribuyan a reducir el déficit, podría incrementar la confianza en la viabilidad de la economía española a largo plazo). De ahí que si Podemos quiere incrementar el PIB de 2019 en 78.000 millones, sólo necesitará contribuir a generar un estímulo bruto del mismo de 82.000 millones (78.000+4.000). Mas, ¿cuánto debería aumentar el gasto público para que, con un multiplicador del gasto del 0,2, la economía crezca en 82.000 millones de euros? Pues, agárrense, en 410.000 millones de euros: una cantidad que dejaría el gasto público sobre el PIB en el 66% y el déficit público en el 25% del PIB. Aun suponiendo generosamente un multiplicador del gasto del 0,4, las cifras no se modifican lo suficiente como para volverlas realistas: el gasto público aumentaría hasta el 51% del PIB y el déficit público hasta el 10,1%. Si, en cambio, Podemos se fijara los 96.000 millones de euros como incremento máximo del gasto combinado con una subida máxima de impuestos de 40.000 millones (con independencia de cuáles sean sus multiplicadores), el PIB sólo se incrementaría en 15.000 millones con respecto al nivel actualmente previsto para 2019: eso dejaría el gasto público de 2019 en el 45% del PIB, el déficit público en el 4% y la deuda pública estancada cerca del 100%, únicamente para crear acumulativamente 240.000 empleos más de los que se habrían creado.
Por supuesto, huelga decir que, en todos casos, las dudas sobre la solvencia del Reino de España se dispararían y el efecto multiplicador del gasto no sería ligeramente positivo, sino enormemente negativo. Por tanto, los cálculos anteriores no son dinámicamente realistas: son un simple experimento mental sin base real.
Conclusión
Una de las patas financieras fundamentales del programa económico de Podemos (cómo financiar 30.000 millones de los 96.000 que pretende incrementar el gasto) se basa en presuponer unos multiplicadores fiscales absolutamente irreales para la economía española actual. España está creciendo, muy endeudada y con un sector financiero que, de momento, no está sometido a un fuerte estrés: en tal caso, el multiplicador del gasto no se ubica en 1, sino por debajo de 0,5. Por supuesto, esta situación macroeconómica podría cambiar parcialmente en el futuro: si España entrara en recesión y su sector financiero volviera a descapitalizarse, podría suceder que la magnitud de los multiplicadores se incrementara (aunque dada la muy delicada situación del sector público es bastante dudoso).
Ahora bien, eso no soluciona la irrealidad de las cuentas de Podemos: el partido dePablo Iglesias basa sus promesas en la hipótesis de que la economía española crecerá a una media real del 5% anual (3% anual por la inercia económica actual más alrededor de un 2% merced al estímulo de sus irreales multiplicadores). Es decir, estima que creceremos más de lo que nos expandimos en plena burbuja inmobiliaria. De ahí que, si la economía entra en recesión y aun cuando el multiplicador aumente con ello, no alcanzaremos ni lejanamente un crecimientoreal del 5% (6% nominal); y si, en cambio, la economía sigue creciendo al 3%, los multiplicadores que se están presuponiendo son irreales y absurdos, tal como hemos visto.
Ahora bien, el disparate de los cálculos económicos de Podemos no termina aquí. Las previsiones de crecimiento del PIB que efectúa la formación morada (5% de media anual en términos reales) únicamente están computando la influencia de su irreal estimación del efecto multiplicador del gasto en el contexto actual. Pero el programa económico de Podemos abarca mucho más que eso: por un lado, supondrá una negociación a cara de perro con Bruselas para que ésta logre autorizar la enorme relajación del objetivo de déficit que promueven; por otro, conllevará la aprobación de una intensísima agenda de regulaciones intervencionistas (nuevas rigideces en el mercado laboral, seminacionalización de diversos sectores, derogación de la reforma de las pensiones…). Ambos fenómenos incrementarán la incertidumbre institucional sobre nuestra economía y reducirán su crecimiento potencial: ¿de verdad creemos que, con semejante agenda disruptiva e intervencionista, la economía mantendrá su actual ritmo de crecimiento del 3% en un contexto internacional cada vez más agreste? Claramente no y, si no lo hace, su programa económico es algo peor que papel mojado: es un suicidio teledirigido.
En suma, las exigencias presupuestarias de Podemos no tienen sentido alguno. Son una inmolación financiera travestida con aires de falso rigor académico. En caso de empeñarse en aplicarlo en toda su extensión, el escenario más probable es el griego: quiebra del sector público con intervención de la Troika o, alternativamente, salida del euro.