La sesión de investidura de Pedro Sánchez ha sido la sesión de las contradicciones. No sólo por querer componer una mayoría parlamentaria alrededor de programas económicos en buena medida incompatibles, sino porque su propio discurso estuvo repleto de tales incoherencias.
Así, Sánchez arrancó su perorata denunciando la elevadísima tasa de paro que continúa padeciendo la economía española y el notable déficit que todavía castiga nuestras cuentas públicas. Son, según dijo, la “mejor prueba del fracaso de una política económica y laboral”. Uno puede suscribir que, en efecto, el Partido Popular no ha hecho lo suficiente para crear empleo liberalizando el mercado laboral o para equilibrar el presupuesto por el lado de los gastos. Yo mismo he efectuado tales críticas en numerosas ocasiones. Ahora bien, lo que no puede hacer en ningún caso es articular tales reproches al tiempo que se plantean políticas absolutamente contradictorias con los mismos.
En cuanto a la lucha contra el desempleo, el PSOE pretende derogar la reforma laboral reforzando la negociación colectiva sectorial y restringiendo la contratación temporal: con lo primero, lo único que conseguirá es que las centrales sindicales y patronales puedan imponer sus caprichos a los acuerdos que alcancen dentro de cada centro de trabajo el empresario y los representantes de los trabajadores; con lo segundo, se busca impulsar la contratación indefinida por la vía de dificultar la temporal: pero sin flexibilizar la contratación indefinida —cosa que no se hace— la verdadera alternativa a la mayoría de contratos temporales no son los indefinidos, sino el paro. ¿Cómo compatibilizar la lucha contra el desempleo con una mayor y peor regulación de las relaciones laborales que sólo contribuye a restar dinamismo a la creación de puesto de trabajo? Simple: contradiciéndose.
A su vez, en materia laboral, Sánchez tampoco se olvidó de la complicada situación financiera de tres millones de autónomos, los cuales “ven cómo sus cotizaciones se comen la mitad de su sueldo”. Parecería, pues, que el PSOE aspira a aliviar la losa social que pesa sobre la actividad de los profesionales autónomos. Pero tampoco: su acuerdo con Ciudadanos contempla un brutal incremento de las cotizaciones sociales para la inmensa mayoría de autónomos. ¿Cómo compatibilizar la denuncia de unas demasiado elevadas cotizaciones sociales con su plan para subirlas todavía más? Simple: contradiciéndose.
En cuanto a la estabilidad presupuestaria, Sánchez se ha rasgado las vestiduras por el exagerado déficit público para, a renglón seguido, reclamar una prórroga que le permita continuar incumpliendo con el déficit, rechazar las políticas de austeridad a través de la reforma del artículo 135 de la Constitución y prometer incrementar el gasto público en cerca de 20.000 millones de euros (estableciendo sendos programas de rentas mínimas garantizadas y de complementos salariales). ¿Cómo compatibilizar la reducción del déficit con políticas que sólo contribuyen a ampliarlo y consolidarlo? Simple: contradiciéndose.
De hecho, el propio Sánchez también ha impugnado la reciente rebaja del IRPF del gobierno de Rajoy —a la que ha llegado a tildar de “electoralista”— por ser incompatible con el cumplimiento del déficit público. Dejando de lado que semejante reproche sea poco coherente con el discurso que había articulado el PSOE durante toda la pasada legislatura —basado en denunciar el sablazo fiscal de Montoro como antisocial—, lo verdaderamente absurdo llegó cuando, minutos más tarde, el propio Sánchez se comprometió a “reducir la carga tributaria de las rentas del trabajo”, es decir, a bajar “electoralistamente” el IRPF. Lo cierto, empero, es que resulta bastante dudoso que terminemos asistiendo a ninguna moderación de esta figura tributaria durante una eventual legislatura de Pedro Sánchez: no ya porque sin recortes del gasto no hay margen para bajar impuestos, sino porque su acuerdo con Ciudadanos no contempla en ningún tal medida. ¿Cómo compatibilizar la crítica a la rebaja del IRPF de Rajoy con su propia promesa de rebajar el IRPF? Simple: contradiciéndose.
En suma, el discurso de investidura del líder socialista estuvo plagado de errores, medias verdades, globos sonda, malas ideas y, sobre todo, contradicciones. Es verdad que todo es susceptible de empeorar y que un acuerdo de gobierno con Podemos añadiría tintes irreversiblemente populistas y suicidas a este cóctel. Pero para afrontar la complicada situación política y económica en la que todavía se halla España, lo primero es la coherencia: coherencia no sólo dentro del propio discurso, sino también con la realidad que nos rodea. Y en eso, Sánchez suspendió.