Xavier Sala-i-Martín suele afirmar, correctamente, que los liberales deben serlo “en la cartera y en la bragueta”. Es decir, un liberal debe defender tanto las libertades económicas como las libertades civiles: las unas sin las otras quedan cojas. En España no hay ningún partido liberal (con la excepción del Partido Libertario), pero durante mucho tiempo se había pensado que los dos partidos mayoritarios defendían tímidamente al menos una de estas dos facetas del liberalismo.
El PP, como formación política partidaria de contener el gasto, bajar impuestos y abrir algunos mercados a la competencia, representaba el liberalismo de la cartera pero no el de la bragueta: sus (legítimas) posiciones morales conservadoras han tendido a imponerlas (ilegítimamente) por la fuerza sobre el conjunto de los ciudadanos.
El PSOE, como formación política partidaria de desmantelar las regulaciones paternalistas y moralizantes que se inmiscuyen en la vida privada de las personas, representaba el liberalismo de la bragueta pero no el de la cartera: sus (legítimas) posiciones morales igualitaristas han tenido a imponerlas (ilegítimamente) por la fuerza sobre el conjunto de los ciudadanos.
Pero este simplificador esquema ideológico que pretendía encontrar algún trazo coherente de liberalismo dentro de la política española ha saltado totalmente por los aires durante los últimos años. Por un lado, es obvio que el PP se ha convertido en el partido obsesionado con subir impuestos para mantener el Estado de Bienestar: no en vano, durante la pasada legislatura incrementó todos los impuestos existentes y creó otros tantos nuevos con el fin de exprimir a los españoles con mayor saña incluso que Zapatero. Por consiguiente, el Partido Popular ya no puede conservar ni la antorcha del liberalismo de la bragueta ni del liberalismo de la cartera.
Por otro lado, el PSOE, pese a que siempre ha tenido en su historial un más que discutible respeto a las libertades civiles —ejemplos más que escandalosos y alarmantes fueron los GAL, la ley Corcuera de “la patada en la puerta”, las escuchas ilegales del CESID o sus continuadas intromisiones en la gestión de los principales medios de comunicación—, al menos planteaba una agenda ideológica de tintes liberales en materia civil: separación Iglesia-Estado, progresiva tolerancia hacia algunas drogas (no hacia otras: véase la cruzada de Zapatero contra el alcohol o el tabaco) o la igualdad jurídica entre hombres y mujeres, entre heterosexuales y homosexuales, entre nacionales e inmigrantes, etc. Mas este teórico progresismo civil se reconvierte rápidamente en intervencionismo reaccionario cuando se les toca la fibra en aquellos asuntos que afectan a la cerrada moral de alguno de los grupos de presión que lo componen.
Así, durante las recientes negociaciones entre PSOE y Ciudadanos, la formación naranja presionó para incluir en el acuerdo final la legalización en nuestro país de la gestación subrogada, una técnica de reproducción asistida por la cual una mujer gesta el embrión de otra pareja hasta su nacimiento. Textualmente, Ciudadanos promovía: “Facilitar de esta manera que las personas que no pueden tener hijos dispongan de una oportunidad mediante técnicas de reproducción asistida subrogando la maternidad. Ciudadanos no descarta una compensación económica, que deberá ser de una cuantía que se ajuste a los gastos razonables del proceso”.
Y, pese a ello, del texto final del acuerdo se ha excluido cualquier referencia a la regulación de la gestación subrogada. ¿Por qué? ¿Acaso porque Ciudadanos, el único partido que sí se atrevió a plantear durante la campaña este debate y a defender una postura liberal al respecto, se ha negado a ello? ¿O más bien porque el PSOE, el partido dizque progresista y promotor de las libertades civiles, se ha negado a ello bajo la presión de sus facciones más feministas-reaccionarias (un feminismo de carácter progresista no pretendería tutelar a la mujer como si fuera incapaz de escoger, sino que le reconocería autonomía jurídica para que ella decida de manera adulta y responsable)?
Por consiguiente, en algunos de los más básicos debates actuales en materia de libertades civiles —como la gestación subrogada—, el PSOE ya se está convirtiendo en un frontal obstáculo para el progreso. Ni libertades civiles ni libertades económicas. Ni liberalismo de bragueta ni de cartera. Como el PP, vaya.