Esta semana coincidieron dos personajes que hemos entrevistado en este espacio, con una opinión: Estados Unidos, la otrora súper potencia, sólo podrá salvarse de la mano del oro. Me refiero al famoso analista e inversor estadounidense Peter Schiff, y al prominente empresario mexicano Hugo Salinas Price.
El primero, nos dijo en la entrevista que publicamos aquí el lunes, que su país podría salir de la actual crisis en la que se encuentra sólo si su banco central –la Reserva Federal (Fed)-, está dispuesta a “reconocer las desastrosas políticas impuestas sobre el pueblo estadounidense y el resto del mundo”. Por supuesto, se refiere a la política de tasas de interés en casi cero por ciento (ZIRP por sus siglas en inglés), a la impresión monetaria que ha corrompido al dólar y a la inflación recurrente de burbujas financieras.
De no haber el reconocimiento de errores aludido por Schiff, dice, “no creo que haya esperanza para Estados Unidos.”
En el mismo sentido, Hugo Salinas Price se pronunció esta semana en su artículo “Remember ‘The Greening America’?”, publicado en su portal Plata.com.mx.
Salinas recuerda que en 1944 –con la victoria americana en la Segunda Guerra Mundial a la vista- tras los Acuerdos de Breton Woods Estados Unidos “dictaría en efecto las características del nuevo orden monetario mundial”, el cual, estaría basado en el oro como dinero internacional. El dólar pues, era visto como una divisa “tan buena como el oro”, gracias a las enormes reservas del metal precioso con las que contaba en la época.
La soberbia estadounidense le impidió ver las indeseables consecuencias que el nuevo orden monetario traería al mundo. De hecho, debido a los desbalances que presentó la economía norteamericana con el exterior, en 1971 Estados Unidos suspendió la convertibilidad del dólar en oro. A partir de entonces, señala Salinas Price, “el sistema monetario comenzó a funcionar exclusivamente con el dólar irredimible”.
Así las exportaciones fluyeron a los estadounidenses a cambio de sus dólares de papel de manera obligada, pues quien no contara con la divisa, se vería condenado a la ruina, aislado del mundo y del sistema. Se acabaron pues los pagos en oro para dar paso al “pago” (deuda, en realidad) en una divisa que se puede crear sin límites, de la nada: el dólar.
Salinas explica que el resultado de poder importar de manera ilimitada no pudo ser otro que el de la desindustrialización de Estados Unidos. No hace falta producir si para comprar, sólo se necesita emitir dinero de papel… mientras valga.
Peter Schiff opina en el mismo sentido. Aquí nos dijo en exclusiva que su país “ya no produce nada, sólo consumimos. ¿Cómo consumimos? Pedimos dinero prestado para consumir sobre una base de producción cada vez menor.” No hay duda.
Aquí una muestra. Según la Agencia de Estadísticas Laborales de la Unión Americana (BLS, por sus siglas en inglés), de febrero del año pasado a febrero de 2016, se crearon en ese país 360 mil empleos de mesero y barman (línea azul). Mientras tanto, en el mismo período sólo hubo 12 mil nuevos puestos de trabajo manufactureros (línea roja).
Sobra decir que la diferencia en la paga en cada uno de esos trabajos es enorme. Ahí tienen las autoridades su “recuperación” (gráficos cortesía de Zerohedge).
El saldo acumulado desde diciembre de 2007, año de inicio de esta depresión, es de 1.6 millones de nuevos empleos de mesero/barman y 1.4 millones de empleos manufactureros perdidos.
Pese a lo anterior, Salinas Price asegura que no hay razón para que EE.UU. no pueda volver a ser un país muy rico y próspero. “Todo lo que tomaría es declarar que el oro es el único dinero aceptado por todo el mundo”, afirma el magnate. De no tomar esa amarga medicina, que implicaría una severa crisis correctiva, “la alternativa es que Estados Unidos se convierta en una enorme nación del ‘Tercer Mundo’, con inestabilidad política y constante decadencia económica, marcada por revoluciones periódicas y quizá una eventual balcanización mientras se rompe en varias entidades políticas independientes”, advierte.
De manera que un retorno al oro –que coincidimos con Peter sólo podría darse en mercados libres de la intervención de la Reserva Federal-, es la única esperanza que queda para que el pueblo americano pueda recuperar los empleos perdidos y, en palabras del propio Schiff, recuperar “su antigua gloria y prosperidad”.
En este espacio concordamos con Salinas, Schiff y el resto de especialistas que ha advertido de la gran catástrofe que viene para el sistema monetario basado en el dólar.
No se necesitan tasas de interés negativas, ni estimular el consumo, el endeudamiento, ni alentar el dañino proteccionismo comercial. Lo que se requiere es que los quebrados quiebren, que los acreedores tomen los activos y que con bases sólidas, desde cero, levanten de nuevo la economía global de la mano de los mercados libres, del ahorro y de un sistema monetario basado en dinero honesto de oro y plata.
Así de fácil o de difícil es el panorama, pues los soberbios intervencionistas que insisten en planificar nuestro destino centralmente, no quieren dejarnos en libertad aunque ello signifique la ruina.