Actualmente, el impacto de las políticas monetarias ultra expansivas, que han llevado a cabo los bancos centrales a largo plazo, ha generado numerosas dudas. Dichas políticas han permitido que las rentabilidades caigan hasta tasas muy bajas, lo que ha conllevado una emisión de deuda pública que alcanza máximos históricos en las economías desarrolladas (nunca en la historia el mundo había habido tanta deuda). Los bajos tipos de interés de la deuda pública hacen que, de momento, los intereses que se pagan por dicha deuda no repercutan de forma alarmante en el crecimiento de los países que han aumentado esta deuda. Aún así, una eventual subida de tipos de interés como la que está empezando a practicar la Fed sin antes reducir ese peso respecto a su PIB puede llegar a suponer un problema. En este sentido, la Reserva Federal ha dejado entrever en su última reunión que subirá los tipos de interés a un ritmo menor del que se esperaba tras la reunión de diciembre, condicionado al devenir del crecimiento de la economía estadounidense, por lo que se espera que, dada la incertidumbre que se está viviendo en el mercado, durante el 2016 se mantengan los tipos de interés sin cambios.
En este sentido, el prolongado periodo de bajas tasas de interés está provocando que durante estos últimos años se esté viviendo una situación anormal, ya que la rentabilidad de los dividendos del S&P 500 se ha situado, en general, por encima de la rentabilidad del bono a diez años estadounidense, lo que aumenta el atractivo de la renta variable en relación a la renta fija.