Mi último post publicado la semana pasada generó una corta aunque interesante discusión en la lista de distribución del Oil Crash Observatory. Javier Pérez hizo la siguiente observación:
Esto dice [Antonio] en su artículo:
“Cuando se implementen estos rescates los Estados estarán básicamente efectuando un proceso de redistribución, en el cual se va a usar el dinero recaudado de todos los ciudadanos para mantener a flote determinadas empresas. Esto tiene varios inconvenientes evidentes. Uno de ellos es que obviamente el proceso no va a tener muy buena prensa, y eso puede incrementar más que sensiblemente el malestar social, con riesgo de estallido en algunos países, mientras que en otros el cambio de mayorías políticas pueden dejar estos rescates en papel mojado,”
Y creo que no. Para nada.
Puede suceder en algunos Estados, pero en otros, se rescatará a las empresas con dinero recién impreso, o sea, con dinero que sale de la nada.
Y de sobra sé que eso debería generar inflación, pero hace AÑOS que EE UU y Europa, a través de sus rondas de Quantitative Easing, imprimen dinero, y seguimos en deflación…
O sea que de momento, y por razones temiblemente sospechosas, sigue siendo posible imprimir dinero a espuertas y rescatar con eso…
Lo que digo, debería en buena ley ser una tontería, pero me temo que a día de hoy no lo es. ¿Qué está pasando?
Esta cuestión, la del efecto real de las diversas rondas de alivio cuantitativo (en inglés Quantitative easing) que han efectuado los EE.UU. y en menor medida Europa, ha estado muy presente en la discusión económica de los últimos años. Y en particular, en línea con lo que comenta Javier, no son pocos los que creen que a fuerza de imprimir dinero (en términos más técnicos se podría decir que lo que se hace es expandir la masa monetaria) se puede solucionar cualquier problema, ya que de golpe el Estado, al tener más dinero, puede rescatar empresas, comprar créditos dudosos y lo que se le ponga por delante.
La mayoría de la gente sabe (y eso justo es lo que menciona Javier) que la impresión desaforada de dinero genera inflación (conocida como inflación fiduciaria). Sin embargo, lo que se está observando desde que comenzó la primera ronda de alivio cuantitativo es, por el contrario, una relativa contención de precios en los EE.UU. y en Europa, y últimamente una cierta deflación. La pregunta natural es por qué se observa este comportamiento tan antiintuitivo. Las razones, en realidad bien conocidas desde hace algunos años, son muchas veces camufladas en el discurso que se propaga por los medios de comunicación de masas, y por ese motivo he creído que merecía la pena sacar la discusión de la lista de distribución del OCO y compartir aquí algunas reflexiones al respecto.
La impresión de dinero no genera inflación fiduciaria si la velocidad del dinero es muy baja. Y esencialmente es eso lo que está pasando: el dinero circula a muy baja velocidad y eso está sirviendo a los intereses de las grandes compañías financieras, sin que haya un beneficio real para la ciudadanía de los EE.UU. y Europea, y mucho menos para las de otros países. De todas maneras, de manera efectiva lo que están consiguiendo EE.UU. y en menor medida Europa con sus medidas de expansión monetaria es dos cosas bien negativas: por un lado exportan inflación a sus proveedores (lo cual discutía en el post "Importando energía, exportando miseria") y por el otro favorecen eso que se ha dado en llamar "devaluación interna", o sea, reducción de los salarios de la clase trabajadora.
Por qué se producen esos dos efectos, en vez de la inflación fiduciaria, es algo que a estas alturas es bien conocido, aunque de ello no se hable en los telediarios. Si el mercado del dinero funcionase de manera no intervenida (en suma, si fuese un "libre mercado", como tanto les gusta llenarse la boca a sus adalides), el dinero recién impreso por el Banco central de turno se propagaría por toda la economía, favoreciendo una subida general de precios (todo el mundo tendría mucho dinero para comprar pero los bienes seguirían siendo escasos, así que la competición por esos bienes haría subir su precio) ergo inflación fiduciaria. Sin embargo, la inflación es peor para el capital que para las clases trabajadoras: las clases trabajadoras, como se ha comprobado miles de veces a lo largo de la historia, dejan de trabajar si su salario no les permite comprar los bienes realmente básicos y por tanto sus salarios, aunque sea un poco a remolque, van subiendo con la inflación; sin embargo, con la inflación el capital simplemente se devalúa en términos reales. Con lo cual, la impresión de dinero y su libre circulación, al generar inflación fiduciaria, es un mecanismo de redistribución de rentas que va desde los ahorradores (capital) hacia el Estado y las clases trabajadoras.
Obviamente, ese proceso de devaluación del capital y transferencia de rentas hacia la clase trabajadora no podía ser aceptado de grado por parte de las grandes élites económicas, porque iba en su perjuicio. Pero es que en realidad nunca hubo la intención de redistribuir el dinero por toda la economía, sino que sólo unos pocos agentes económicos privilegiados lo pudieran usar para resolver sus problemas. Así que lo que se ha hecho es evitar que el dinero circule por toda la economía; hay muchos estudios que miden la velocidad del dinero (a través de unos estadísticos de estimación de la masa monetaria que se llaman M1, M2 y M3) y se comprueba que ésta es actualmente muy baja en EE.UU. y en Europa. A modo de ejemplo, vean las gráficas que siguen a estas líneas, que corresponde a la evolución del multiplicador M1 y la velocidad del dinero M2 en los EE.UU. en los últimos años. Como ven, la crisis de 2008-2009 y el inicio de las sucesivas rondas de alivio cuantitativo han agravado una tendencia de décadas a una circulación relativa del dinero cada vez más reducida (en el caso de M2, de un 25% desde el principio de la crisis).
Lo que está sucediendo es que a la barra de liquidez que pone el Banco central de turno (con tipos de interés muy bajos o con inyecciones directas de capital a fondo perdido) sólo pueden recibirla los grandes bancos (¿por qué la Reserva Federal de los EE.UU. no hace esas inyecciones directamente, no al Estado y sus administraciones - lo tiene prohibido en sus estatutos, igual que el BCE - sino a los particulares, por ejemplo a la gente con hipotecas?). Estos grandes bancos cogen esas grandes cantidades de dinero, la mayor parte del cual tienen que acabar devolviendo a su banco central (aunque sea con un interés "de amigo" no dejan de ser préstamos) y tienen que invertirlo en algo que tenga una rentabilidad asegurada, de manera que puedan ir saneando sus balances. El resto de la historia es bien conocido: los grandes bancos compran títulos del tesoro, generando artificialmente una subida de tipos para asegurar que su retorno sea mayor que el interés de su Banco Central, y así van inyectando su deuda en el Estado. El Estado, con un endeudamiento cada vez mayor, debe dedicar cada vez más recursos al servicio de la deuda, con lo que le queda menos dinero para otras actividades, principalmente para los servicios sociales puesto que las inversiones públicas (obra pública, defensa) deben mantenerse porque eso le interesa a los grandes bancos, que prestan dinero en esos sectores. De aquí los recortes sociales, cada vez mayores, que hemos sufrido estos años en Occidente, con la excusa de que son "insostenibles" y que "habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades".
Una vez que se entiende qué es lo que pasa con ese dinero "creado de la nada", como dice Javier, se puede entender bastante bien por qué se producen los dos efectos negativos que comentaba al principio. Por un lado, la denominada "devaluación interna" proviene del hecho que, bajo la coacción de denunciar "el alto endeudamiento público" -como si fuese un vicio del Estado que les es ajeno- estos grandes poderes económicos consiguen introducir una serie de medidas políticas conducentes, básicamente, a la reducción de salarios de la clase trabajadora, que sirve a su fin de mejorar la competitividad de las empresas a las que prestan dinero. En suma, utilizan el endeudamiento público que han creado ellas mismas como excusa para conseguir que reduzcan salarios y que las empresas a las que prestan dinero sean más rentables.
El otro efecto de la expansión cuantitativa es la exportación de inflación, el cual expliqué en detalle en el post comentado más arriba: si yo presto dinero a empresas para que compren materiales fuera, esas empresas tienen una capacidad de compra que no se corresponde con su productividad real y en el fondo lo que les estoy permitiendo es comprar más materiales que lo que le permitiría su capacidad real, generando una presión inflacionista en el conjunto de la economía mundial, sobre todo sobre las materias primas y bienes de equipo. Esto también está muy descrito, y parte de la actual caída del precio del petróleo y del resto de materias primas corresponde directamente con el final de la tercera ronda de alivio cuantitativo, el QE3 (la otra parte de la caída de precios de las materias primas se debe fundamentalmente el frenazo chino, que en parte corresponde indirectamente con el final del QE3 también: con menos capacidad de compra, las empresas americanas y europeas han contenido su demanda de productos chinos).
Sin embargo, la cuestión que aludía en mi post es que estos mecanismos, que como vemos ya hace tiempo que están en marcha, no son suficientes esta vez para parar la sangría de empresas petroleras que, por su tamaño (tanto en puestos de trabajo como en volumen de créditos) se pueden considerar críticas (too big to fail). Fíjense que, de acuerdo con las estimaciones del sector, sólo los bancos estadounidenses tienen en sus libros 123.000 millones de dólares en préstamos al sector de la energía (fundamentalmente a empresas petroleras y gasísticas, y de éstas un buen trozo está originado por el fracking y las arenas bituminosas) - y eso por no hablar de los bancos europeos (con el Deutsche Bank al frente). Lo peor no son estos créditos, sino todos los productos derivados financieros que se han hecho de ellos, en una repetición de lo que llevó a la catástrofe financiera de 2008. Por tanto, resulta crítico que al menos una parte de estas empresas no quiebren. Para estas empresas se tendrán que tomar medidas más directas, esencialmente los rescates que comentaba en el post. En términos prácticos acaba siendo lo mismo: transferencia de dinero público a manos privadas a cambio de nada. La cuestión es que es socialmente más visible (como, por ejemplo, lo ha sido en el caso de España con las cajas rescatadas, y como lo será si al final el Estado español se ve obligado a rescatar Repsol) y por tanto menos aceptable. De ahí lo que proponía en el post: regular el precio del petróleo para evitar estos vaivenes que son socialmente desestabilizantes. Sobre todo porque no hacerlo podría agravar nuestro descenso energético, que ya será suficientemente malo de por sí.