Tras poco más de un año después de que el Banco Central Europeo empezara a comprar deuda soberana (60.000 millones de euros cada mes), ya se pueden extraer algunas conclusiones y un riesgo preocupante que se avecina.
En efecto, no todo iba a ser tan fácil ni un camino de rosas, en el corto plazo sin mayores problemas, pero en el medio y largo plazo cuidado.
Nosotros, España, no hemos sido precisamente de los más afortunados con las medidas del BCE. De hecho, hemos sido, junto con Italia, el más perjudicado si nos atenemos a las pérdidas de la deuda (no intensas, pero pérdidas al fin y al cabo). Pero es que nuestro índice selectivo, el Ibex 35, ha sido el que más ha caído (Francia y Alemania los que menos descensos tuvieron), aunque si queremos consolarnos, decir que ninguna Bolsa obtuvo ganancias.
Es evidente que las medidas de estímulo implementadas por el BCE no han logrado su propósito, los inversores miran preocupados otros elementos del tablero (crisis de la economía de China, debilidad de Estados Unidos, caídas de las materias primas) y no se animan a comprar renta variable, el dinero prefirió buscar tranquilidad y refugio en el oro y en el Bund (bono alemán a 10 años).
Y es que a nadie escapa en el BCE del riesgo que implica mantener por un elevado periodo de tiempo medidas no convencionales, que en el corto plazo pueden mostrar optimismo pero que más adelante pasan a ser parte del problema (por no decir de nuevos problemas) en vez de ser parte del remedio.
Estados Unidos así lo entendió en su momento. La Reserva Federal dio por concluido su programa de flexibilización cuantitativa y tras casi una década comenzó a subir los tipos de interés (si bien es cierto no porque su economía presente robustez y solidez, sino precisamente para evitar males mayores más adelante por depender demasiado la economía de experimentos en materia de política monetaria).
El BCE tiene claro que la recuperación económica de la zona euro avanza a un ritmo moderado gracias a sus medidas, pero advierte de que seguirá estando frenado todo avance por la debilidad de las economías emergentes, la volatilidad de los mercados y el retraso de las reformas. Además, los países que cuenten con elevados niveles de deuda serían muy vulnerables si se produjese de nuevo inestabilidad en los mercados financieros, entre otras razones por la estrecha relación entre las finanzas públicas y el sistema financiero.
Una de las cuestiones de las que más presume el BCE es que “los costes de financiación de las entidades de crédito se han estabilizado en niveles próximos a sus mínimos históricos y que, pese a la considerable heterogeneidad entre países, las entidades de crédito han trasladado sus favorables condiciones de financiación aplicando tipos de interés más bajos a sus préstamos.”
Pero no todo iba a ser palmaditas en la espalda, también hay críticos y detractores. Jens Weidmann (presidente del Bundesbank alemán) sigue reiterando su mensaje a modo de mantra: las medidas de política monetaria del Banco Central Europeo fueron demasiado lejos, que aunque había necesidad de tomar algún tipo de medida, el paquete acordado no es convincente ni conveniente (siempre estuvo en contra de la compra de deuda pública).
Respecto a los tipos de interés en la zona euro, es cierto que los tipos se mantendrán en niveles muy bajos durante un largo periodo de tiempo. En mi opinión, los dos o tres años no los quitará nadie, incluso no descarten 5 años hasta que finalice el TLTRO del BCE.